El mejor velador y en el que nunca se sienta un sevillano

La aldaba

Antes y ahora, los sevillanos tenemos concebido que hay sitios que son en exclusiva para los visitantes y nunca nos da por la 'reconquista'

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El velador desde el que se contempla la Giralda
El velador desde el que se contempla la Giralda / M. G.

24 de septiembre 2024 - 04:00

En tiempos solo se decía con evidente desdén de los restaurantes del barrio de Santa Cruz y de la Punta del Diamante en su última etapa. "Esos sitios son para turistas". Eran los años ochenta y noventa, la Sevilla previa y posterior a la Exposición Universal. Estrenamos siglo y todo siguió igual. ¡Nos sobraban plazas hoteleras de tantas como se ofertaron para la Muestra! Empezó la segunda década del siglo XXI sin grandes cambios, acaso los intentos no ya de los hoteles que regalaban una habitación para la siesta con solo almorzar en su restaurante, sino del propio Ayuntamiento por captar visitantes en los meses tórridos, cuando la Sevilla de agosto era la ciudad vacía. Algo había que inventar. Ni por asomo se sospechaba el estallido del boom del turismo que estaba aguardando en pocos años. A partir de entonces ya no es que haya bares para turistas, sino que los turistas se han hecho con muchos de los bares donde ni se les esperaba. Y ahí sigue el mejor velador de la ciudad, antes y ahora, siempre disfrutado por un visitante. Es el que está en plena Plaza de la Virgen de los Reyes, al inicio de la calle Mateos Gago, desde el que se admira la fachada principal de la Giralda, con el balcón desde el que el Papa Juan Pablo II rezó el Ángelus en su visita a la ciudad para clausurar el Congreso Eucarístico de 1993. Ese velador tiene que ser como el que te da derecho a contemplar el Panteón de Agripa en Roma o la Basílica de San Marcos de Venecia. Pasamos por esa esquina y nunca nos da por sentarnos. Damos por hecho que esa zona es para otros, nos resulta ajena, huele a paellador y a Aperol (que ha sustituido a la sangría), cuando es el mejor velador que tiene la ciudad, al menos el de la vista más privilegiada. Sí, claro que hay terrazas magníficas y hasta un rascacielos desde el que casi se otea el coto de Doñana, pero ninguno desde el que valorar la imponente altura del alminar almohade, nuestro monumento por excelencia.

Nunca nos da por una suerte de reconquista de determinados lugares de la ciudad. Piensen en un solo sitio que haya sido habitualmente de turistas donde, de pronto o de acuerdo con una evolución natural, comencemos a entrar los sevillanos, a hacerlo nuestro. Nos gustan nuestros terrenos. Dejamos que los de fuera elijan y, a partir de ahí, tenemos nuestras propias querencias. Acaso a lo más que llegamos es a ese reparto de un 60% de sevillanos y un 40% de visitantes, pero son casos excepcionales. Los porcentajes han cambiado mucho. Y el mejor velador de la ciudad es 100% de los turistas. No jugamos ni el partido.

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