Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
El 30 de mayo de 2024 pasará a la historia como uno de los días en los que se aprobó la mayor aberración política jamás vivida en nuestra democracia. Es necesario remarcarlo tantas veces como sea necesario para no dejar que nuestros cerebros desmemoriados metabolicen en el olvido semejante equivocación. El pasado jueves día 30, Pedro Sánchez consiguió que se cumpla una de sus mayores obsesiones: pasar a la historia y, será por una cacalota. La cobardía del presidente se delató ausentándose, como es su costumbre de cada uno de los plenos del Congreso en los que se debatía la infame ley de amnistía con la que el Estado pide perdón a delincuentes condenados, como delatando que sabe que se mancha y se corrompe su imagen. Nunca va a los debates, pero sí, y solo sí, a las ajustadas votaciones. Pues bien: esa aprobación de la amnistía dice que nada de lo que sucedió antes, durante y después del 1 de octubre de 2017, ha existido. Ni malversación, ni terrorismo, ni declaración de una Cataluña independiente. En un pleno realmente bronco se quiso pretender eclipsar tal ignominia poniendo por delante los gritos que desde la bancada de Vox, Sumar y PSOE, se proferían durante la votación: “traidor”, “traidora”, “bárbaros”, “corruptos”, “cobarde”, “lávate la boca”, “calaña”, “tonto”,” hipócrita”, “vendida”, “cínico”, “Txapote”, “tucumana”, “sudaca”… Hay que añadir, lo dicho por el PSOE hacia la bancada de la oposición: filonazis, y neofascistas. Quienes ponen por delante estos exabruptos como intolerable reacción a la votación de la ley que facilita un paso más hacia el anunciado Referéndum, y la posible presidencia de la Generalidad de Puigdemont, pretenden minimizar la monstruosidad de esta Ley. No puede ponerse por delante voceríos indignos en una cámara parlamentaria aún ante tan infame ley que ahora, tras la publicación en el BOE pasa a manos de los jueces. No pocos han de deliberar su aprobación, desde el Constitucional, no se ilusionen con Pumpido, el Supremo de Europa, la Fiscalía, que ya saben en manos de quién está. En dos meses, sobre el 25 de agosto, los independentistas que celebran su victoria, los fugados, ya podrían volver a casa en total libertad a principio de época escolar. Esta ley de amnistía es un victoria contra el Estado español tan debilitado por un Gobierno, señalado ya por casos de corrupción que incluso han llegado a los tribunales europeos, y que está enfrentando a un sociedad que sobrevive perpleja y convulsa ante tantos desmanes que no se sabe cuándo ni cómo acabarán. Ahora todo pende de la justicia.
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