La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La matraca de las felicitaciones despersonalizadas
La aldaba
La metralleta de las felicitaciones despersonalizadas se activa antes cada año, como las luces de Navidad de las calles comerciales. La matraca del sonido del móvil con tarjetas cristianas, laicas o directamente estúpidas, según el modelo, es continua e insoportable. Hay que plantarse y no responder a quien se limita descaradamente al envío masivo de sus deseos de felicidad sin molestarse en escribir un breve mensaje que demuestre interés en el destinatario. Alguien que felicita así responde al patrón de agradaó de bajo coste. Alguno ha habido que pasadas las pascuas ha pedido explicaciones por la falta de una respuesta. Una demanda así solo merece el frío de Sierra Nevada sin derecho a vistas desde el balcón del Alhambra Palace. Al final todo coincide. En la sociedad de los pésames exprés también están más que consolidadas las felicitaciones absurdas que sólo requieren de apretar el botón del teléfono. No hay más. Hay chats de personas en los que aparecen las felicitaciones de varios años seguidos. Y sin respuesta, claro. Se muere alguien y se le pone un mensaje de dos palabras sin respeto a los signos ortográficos, por cierto. Y esa modalidad de pésame es usada hasta por sacerdotes, que no olvidemos que ejercen el ministerio pastoral. Eso sí, al obispo de turno lo felicitarán con filial y cálido abrazo, no les quepa la menor duda. Todavía hay señores que llaman por teléfono, mantienen una charla breve y afectiva y te desean unas felices pascuas. Y los hay que escriben las felicitaciones navideñas de puño y letra con una tarjeta con el Belén. No es que se trate de la modalidad de toda la vida, es que es la más adecuada y procedente. No hay obligación de felicitar. Es mejor no hacerlo si se hace de mala manera. El problema es que se aceptan las formas cutres como válidas.
Dicen los expertos a sueldo que en la sociedad actual hay usos que se consideran superados por evolución natural, que opera una supremacía de cierto concepto de comodidad y que impera el valor de la inmediatez... Blablablá. Nunca ha sido tan fácil la comunicación directa y personalizada. Pero ni por esas. La mayoría de las felicitaciones son por servicio de mensajería telefónico gratuito sin un mero toque personal. Y la cosa todavía puede ser mucho peor cuando se recibe una fotografía relacionada con el verano, un mensaje sobre el cambio climático, una proclama sobre los objetivos de la Agenda 2030, un canto a la amistad, una defensa del Medio Ambiente o alusiones generales a la “magia” de las fiestas como si las pascuas fueran en homenaje al admirado Juan Tamariz. La capacidad de generar chorradas estos días es... transversal.
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