Mi marido no me come

30 de julio 2024 - 03:08

Objetivo cumplido: si el personaje Roro perseguía dar que hablar y espejar las supuestas contradicciones del feminismo, los creadores del fenómeno han triunfado como Los Chichos. (Para quien –beatus ille– no sepa de qué va esto: se trata de una tiktoker en el papel de novia garrapiñada que, con voz de helio, arranca sus vídeos con un “Hoy a Pablo le apetecía...”, y se entrega así, de su bella gracia, a cocinar lo que al pollo pera se le antoja). Aunque todo resulta de lo más cómico, lo que en realidad cocina y sirve es la polémica: de un lado, los herederos del eslogan “Mujeres, las de antes”, y del otro, las que advierten que esto es ideología tradwife –en cristiano, de la Sección Femenina como poco–. El personaje recuerda los viejos anuncios en blanco y negro de la señora en vilo hasta que el marido le da el veredicto de las croquetas, o aquel otro más sandunguero de la esposa que, preocupada, confiesa: “Mi marido no me come”. Ole ahí ese dativo ético.

Los pro-Roro emplean al personaje de arma arrojadiza contra las feministas, y sobre todo nos espetan a ceñirnos a la aparente simpleza del fenómeno: “¿No estáis tan a favor de la libertad de la mujer y de los cuidados? He aquí una mujer libre que cuida”, nos dicen. Vaya discurso lleno de trampas. Primero: hacer lo que a una se le antoje no siempre es feminista, ni necesariamente ético. Verbigracia, que una mujer explote a otra quizá sea una opción libre, pero tiene de feminista lo que yo de requeté. Mala y poca libertad es aquella que somete. “¡Hago lo que quiero!,/ decía una hormiga/ en el hormiguero”, cantaba Paco Díaz Velázquez. Más que por una concepción artera de libertad, conviene apostar por la liberación de la Mujer, es decir, de cualquier estereotipo de mujer. “Somos mujeres contra la Mujer” (Erika Martínez). Segundo: está muy bien eso de los cuidados, y de ello saben mucho y bueno las mujeres. El problema viene cuando la titularidad de los cuidados es, por los siglos de los siglos, exclusiva de la mujer y culturalmente instituida en una sola dirección; el problema viene cuando muchos hombres confunden la frase “Yo te cuido” con esta otra: “Yo te protejo”. La primera es igualdad; la segunda, paternalismo.

Pretender que consumamos este u otros fenómenos similares como vídeos simples e inocentes ofende a la inteligencia de cualquiera. He ahí la trampa, y no cuela. Sabido esto, por mí la tal Roro puede decir misa cantada o rodar parriba para mayor deleite del novio. Si quiere, claro.

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