Monticello
Víctor J. Vázquez
El auxilio de los fantasmas
Margarita Robles, durante mucho tiempo fue la ministra más admirada del Gobierno por su defensa innegable de España y la Constitución. Decayó posteriormente en la aceptación popular al no plantar cara a políticas que el propio Sánchez consideraba ilegales hasta que advirtieron que si no cambiaban de criterio peligraba su continuidad.
Que la ministra de Defensa, además de juez, no marcara distancias con decisiones que a multitud de españoles parecían abominables provocó gran decepción. Este jueves, con su declaración de que la Venezuela de Maduro es una dictadura, ha recuperado muchos de los puntos perdidos.
Conociéndola, se puede asegurar que se ha dejado llevar por sus propias convicciones asumiendo las consecuencias, pero es posible que también se haya dejado llevar por el clima en el que pronunció las palabras que tanto han irritado al dictador venezolano … y al ministro Albares.
Fue en la presentación del último libro de Julia Navarro, muy buena amiga de la ministra y una de las presentadores de El niño que perdió la guerra. Una novela maravillosamente escrita, en la que la ternura y la dureza impregnan cada una de las páginas. Con la España franquista y la Rusia estalinista como escenarios, mundos en los que Pablo tuvo el amor de dos madres. La biológica en el Madrid y la que le ayudó a crecer en Moscú, perseguidas ambas por defender su libertad, su trabajo, su pasión por la música, la poesía, el dibujo; por pelear por un mundo mejor en el que las mujeres pudieran ejercer la profesión que habían elegido. Julia Navarro ha tenido la valentía de poner negro sobre blanco una verdad incuestionable: las dictaduras son iguales allá donde se imponen. Ya está bien de hipocresías, de personajes de toda índole y formación que solo denuncian las barbaridades del otro lado sin ver las que le rodean.
Navarro ve crueldad en la España de Franco y en la Unión Soviética de Stalin, obsesión por cercenar la libertad en los dos países; pero también con ejemplos de sensibilidad, compañerismo y bondad en ambos bandos.
Los que no están de acuerdo con la ley de Memoria Histórica que elige campo de batalla sin asumir que las dictaduras son una monstruosidad, todas sin excepción, se sentirán cargados de razones para reconfortarse con la vigencia de unos principios inamovibles, vigentes a pesar de los esfuerzos de políticos de diferentes ideologías por abolirlos. El niño que perdió la guerra, ficción en la que también transitan hombres y mujeres reales, con vidas minuciosamente documentadas, demuestra que no hay dictadura buena. Margarita Robles no ha dado un grito con el que distanciarse de algunos compañeros de gobierno. No. Al declarar que la Venezuela de Maduro es una dictadura, ha dicho una verdad incuestionable. Verdad con mayúscula. Aunque para muchos de esos compañeros sea una afirmación políticamente incorrecta. Lo incorrecto es no verlo … o situarse en la siempre cómoda posición, cobarde posición, de optar por el silencio para evitar reacciones indeseadas.
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