La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El pase robado con la 'mafia' del taxi de Sevilla
Desde antiguo las ciudades han recordado a sus dioses y notables colocando estatuas. De piedra, de mármol y de metales fundidos. Es un proceso que, desde hace más de cinco mil años, representa el ingenio humano que, al pasar diversos minerales de cobre y estaño por la alquimia del fuego, los convierte en un noble material como es el bronce. Su resistencia, duración y maleabilidad lo han convertido en cañones, campanas y extraordinarias figuras que desde el Renacimiento destruían fortalezas, nos llamaban a la oración o nos ilustraban de que el arte es una de las grandes creaciones humanas. En Florencia, tanto nos asombra el bloque de mármol del que extrajo Miguel Ángel al David, como la unión de fuerza y belleza que representa el Perseo de Baltasar Castiglione, una de las esculturas de bronce más impresionantes que han sido realizadas. Imaginación y mano en el escultor y capacidad y sensibilidad en el fundidor, que juntos como el cobre y el estaño, al pasar por el fuego, nos ofrecen el arte en bronce.
La Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría dedica a partir de mañana hasta finales de enero, una exposición en homenaje al fundidor Francisco Ruiz Marcelo, que desde su taller de Valencina ha fundido destacadas esculturas, que son parte del paisaje que adorna Sevilla, para recordar a sus notables y modernos héroes. En la exposición figuran obras de los escultores Sebastián Santos, Miguel Fuentes, Salvador García, Juan Manuel Miñarro y Jaime Gil Arévalo, como reconocimiento a la vida y obra de Marcelo que ya fue glosada en una sesión académica el pasado mes de junio.
Aunque su obra está repartida por toda Andalucía y más, hoy recordaremos algunas de las más representativas obras que en plazas, jardines y aceras de Sevilla, nos llaman para homenajear a los que no olvidamos, aunque no conozcamos al escultor que los modeló ni tampoco al fundidor que los transformó en bronce eterno, porque como buenos sevillanos amamos la ciudad, aunque ignoremos de ella casi todo.
Entre las principales obras destacamos por su impronta en el paisaje sevillano la figura rotunda de Manolo Caracol en la Alameda, de Sebastián Santos, el mausoleo de Manolo González, de Miguel García, el monumental Juan Pablo II en la Plaza del Triunfo, de Juan Miñarro, la estilizada figura de la Diana Cazadora en el muelle de Nueva York, de Ricardo Suárez, sin olvidar su participación en la singular Parra en otoño, de Carmen Laffón, instalada en el vestíbulo del Palacio de San Telmo.
Como final de unos días especiales, de diferentes emociones y creación de recuerdos, coloquemos en lugar destacado entre los artífices de Sevilla a Marcelo, el fundidor, cuya obra acompañó el paso de las imágenes por el Paseo de Colón, rodeando la Plaza de los Toros, como la escultura ecuestre de la Condesa de Barcelona, obra de Miguel García, el Manolo Vázquez de Luis Álvarez Duarte, el Pepe Luis Vázquez de Alberto Germán y el monumental Curro Romero de Sebastián Santos.
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