La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La 'mafia' consentida y conocida
Sevilla/Nadie tiene duda. En la política, en general, se trabaja bastante menos que en la empresa privada. Los asesores soportan la carga de trabajo real, mientras el político se dedica a las relaciones institucionales, los enredos, los almuerzos, los mangazos como el reciente de Fitur, eso que hoy se conoce como el postureo… Alguien podrá reprocharnos que estas generalizaciones son injustas. De acuerdo, ¿por qué entonces tantos políticos tratan no ya de estirar sus carreras en el sector público o ni siquiera quieren retornar a sus puestos de trabajo? Muchísimos no tienen sencillamente dónde volver. Y otros tantos saben que si regresan a sus puestos de funcionarios tienen que trabajar de verdad, o sencillamente sentirían un angustioso vacío. De pronto, oh sacrificio, no hay coche oficial que recoja en la puerta, hay que pagarse el cubierto en el restaurante y, sobre todo, hay que ofrecer una cuenta de resultados a final de mes.
¿Algún incauto cree que Albert Rivera fue fichado por ese conocido despacho de abogados por sus conocimientos jurídicos? Conecten las risas en off. Un político es fichado para que abra puertas en el sector público. Y eso tiene una duración efímera. Por eso son contratados en cuanto dejan el cargo, para aprovechar la estela de influencia. Recuerdo aquel presidente de la Junta de Andalucía que, una vez dejado el cargo, presumió de cuánto costaba que él descolgara el teléfono… La vanidad le duró muy poco. In ictu oculi. Rajoy es de los pocos que ha vuelto a su plaza. Y recuerdo a Gerardo Iglesias, el comunista que volvió a la mina en 1989. Otro dieron clases de nuevo en sus institutos, pero por poco tiempo, antes de alcanzar la jubilación. Y hasta tuvimos un médico ginecólogo que, menos mal, lo destinaron a radiología. Nunca olviden que una cosa es trabajar y otra muy distinta enredar, figurar y alimentar el Narciso interior. Pero, por encima de todo, una gran cantidad de nuestros cargos medios en el sector público digital tienen sencillamente que sobrevivir. No encontrarían trabajo en el sector privado que les diera los tres mil, cuatro mil o cinco mil euros mensuales de un puesto público asignado a dedo. Por eso hay que ser siempre dóciles con el partido.
El asunto de Albert Rivera ha sido directamente una vergüenza en la que las dos partes han hecho un mal negocio. Unos han quedado de ambiciosos al contratar a un tipo que les abriera puertas por la vía rápida para hacer más negocio y el otro ha salido retratado como un vago. Rivera ya no es útil para el PP ni para pedir el voto llegado el caso. Su marca queda herida.
También te puede interesar
Lo último