la esquina

José Aguilar

Más malo que pegar a un padre

27 de julio 2012 - 01:00

FUE triste y patético el testimonio de un oyente de la Ser que llamó a la emisora a raíz de la información de que el presidente de un equipo de fútbol adoptaría medidas represivas contra un grupo de hinchas energúmenos que provocaban, agredían y destrozaban. "Soy el padre de uno de esos energúmenos. Por favor, échelo usted del campo y métalo en vereda, que yo no puedo ya con él", vino a decir.

Ese padre, emparedado entre la impotencia y la desesperación, puede ser el símbolo de otros tantos padres y madres víctimas preferentes de unos muchachos a los que no supieron o no pudieron educar cuando aún no lo eran y ahora que quisieran enmendar su error es ya demasiado tarde. No es un problema menor. La Fiscalía General del Estado viene advirtiendo del "sorprendente" aumento de las denuncias de padres contra sus hijos por agresiones, y hay que tener en cuenta que tales denuncias formales corresponden sólo a una parte de los actos de violencia que en realidad se producen, y que únicamente cuando la situación familiar se vuelve insostenible los progenitores se deciden a dar el paso. Un paso que cuesta tanto más cuanto supone, en primer lugar, el reconocimiento de un pavoroso fracaso.

Si el refranero popular afirma de alguien que "es más malo que pegarle a un padre", habrá que admitir que la maldad avanza en nuestra juvenil sociedad. El maltrato a los padres puede empezar por la falta de respeto, para escalar por la vía del grito, el insulto, la amenaza, el zarandeo y la agresión física en distintos grados. De este modo la vida en el hogar acaba siendo algo parecido a un infierno al que solamente los tribunales son capaces de poner freno.

Así ha ocurrido, por fortuna, en el caso de JMJ, un ni-ni arquetípico de Málaga que no sólo ni trabajaba ni estudiaba, sino que agredía verbal y físicamente a sus padres y, a los 27 años, pretendía continuar indefinidamente en la vivienda familiar ejerciendo como tirano al que los tiranizados debían pagar el sustento y dar cobijo. Un juzgado el año pasado y la Audiencia Provincial ahora han dictado sentencias que liberan al padre y a la madre de la obligación de mantener al prenda (y supongo que también los declaran exentos de seguir pagando las letras del coche que ellos mismos le compraron). El argumento judicial resulta de cajón: es inexistente cualquier afecto entre ellos y su convivencia se desarrolla en un clima de tensión y conflictividad impropio de una relación parental.

Qué cosa más triste y más patética tener que llamar a una radio identificándose como "el padre de uno de esos energúmenos" o mandar a un hijo a la Fiscalía suplicando que lo saquen de casa para dejar de sufrirlo. Qué gran fiasco individual y colectivo.

stats