La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
No se quejen del calor en la Feria y saquen la guayabera, que en Sevilla, como en otras ciudades andaluzas y de Iberoamérica, es el equivalente a la media etiqueta. Hubo un ministro socialista en tiempos del felipismo, Luis Atienza, que en 1995 dijo una tontería a la salida de la caseta municipal: “La Feria me ha sorprendido porque me la imaginaba más moderna”. Y eso que hacía tres años de la Exposición Universal. Hoy le hubieran dado zascas como para llenar completo el convoy del AVE de regreso. Entonces las majaderías quedaban en casa. El caso es que estos días echamos de menos dos cosas: la camisa cubana y que no haya redes sociales, que en el fondo nos han convertido en peores personas. La Feria se ha debido modernizar mucho en los casi treinta años que hace de la majadería del ministro nacido en la aldea de Trespaderne (Burgos), porque ahora hay aparatos de aire acondicionado como para forrarse con un servicio técnico bien organizado, más ventiladores de techo que en un casino, el rebujito está tan caro como consolidado, la Calle del Infierno cuenta con períodos en absoluto silencio para que sea apta para todos los públicos, existen máquinas de café en todas las casetas, y el paseo de caballos tiene un sentido único y está regulado para que no se produzca un colapso. Algunos recordamos las casetas con una carta a base de latas de conservas y chacinas. La llegada de la plancha fue todo un hito en aquellas ferias donde mandaba el vino fino. La manzanilla estaba mal vista o, cuando menos, poco considerada.
Siempre nos quedamos con la duda sobre el concepto de modernidad de la Feria. Bien es verdad que en aquellos años todavía se entendía como modernidad todo aquello que podía ser contrapuesto a la dictadura. Hoy se puede llegar a la Feria en patinete o en un VTC, el teléfono móvil ha mandado al almacén las antiguas cabinas que funcionaban con monedas de 25 pesetas y el tiempo de estancia en el real se mide en sesiones continuas: desde la llegada a mediodía o por la tarde y hasta que el cuerpo aguante. ¿Es la Feria más moderna? A veces tenemos dudas. El año pasado saltaron los fusibles a la hora en que se activaron las freidoras en la noche del alumbrado. En la pasada preferia salieron ardiendo dos casetas, aunque no hubo daños de gravedad. Nada comparable al año 1964, cuando hubo que lamentar un muerto y 67 casetas arrasadas. Debemos por fin ser más modernos. Es cierto que con el mercado negro de casetas no acabamos. La picaresca es uno de nuestros sellos. Y el PSOE no es el de 1995. Ahora pierde la caseta por un escandaloso gol en propia puerta.
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