La Magna y las desmesuras

03 de diciembre 2024 - 03:07

La Magna que se celebra este domingo va a ser el acontecimiento más importante de este año en Sevilla. Es difícil imaginar algo que pueda concentrar más la mirada de los sevillanos que el desfile por sus calles de sus principales devociones, acompañadas de las más señeras de la provincia, en una procesión única. La procesión, sumadas a las salidas y recogidas de los templos, va a poner en las calles durante más de treinta horas continuadas pasos con una inmensa capacidad de atracción. Va a ser una jornada importante para los sevillanos, que desbordaron en cuestión de horas, la oferta de alquiler de sillas en el Paseo de Colón, pero también para las decenas de miles de personas que se van a trasladar a la ciudad para vivir una experiencia única. Tiene que salir bien y hay sobrados motivos para que así sea. Si algo sabe hacer Sevilla es organizar su vida en la calle y el próximo domingo lo volverá a demostrar.

Pero la Magna debería servir, además, para que la ciudad entera haga una reflexión sobre el punto de desmesura al que se ha llegado en el mundo de las cofradías y tome conciencia de que es un camino por el que no se debe seguir transitando porque tiene más que perder que ganar. Las salidas extraordinarias han dejado de serlo para convertirse en un fenómeno habitual y casi no hay fin de semana sin que el centro de la ciudad o algunos de sus barrios principales se vean convertidos en un trasunto de carrera oficial. En una Sevilla atadas de pies y manos por la presión turística, las procesiones se han convertido en un atractivo más para los visitantes. Pero los locales ven como se desvirtúa un fenómeno muy ligado a sus tradiciones y a sus vivencias más íntimas.

Corresponde al Palacio Arzobispal, al Ayuntamiento, al Consejo de Cofradías y a todas las partes implicadas en el asunto poner pie en pared para que lo extraordinario lo siga siendo. Los sevillanos saben que hay una semana larga al año en que la ciudad entera se paraliza para disfrutar, en la más plena acepción del verbo, de las procesiones en la calle. Y que antes hay cuarenta días para gozar de esas mismas vivencias en la intimidad de los templos. Así ha vivido siempre la ciudad su Semana Santa y así la ha convertido en una seña de personalidad reconocida en todo el mundo.

Pero de ahí a convertir la ciudad en una especie de parque temático en el que las procesiones se convierten en un elemento más del paisaje media un abismo que Sevilla ha empezado a recorrer y que haría muy mal en continuar. La Magna debe marcar un antes y un después. Sobre todo, debe devolver a lo extraordinario su verdadero carácter y ser un acontecimiento que los que lo vivan en primera fila recordarán el resto de su vida. Pero conviene que una vez terminada las aguas vuelvan a su cauce de siempre. Sevilla ha presumido siempre de tener un exacto sentido de la medida. Si lo pierde se habrá quedado sin una buena parte de su encanto.

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