La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La 'mafia' consentida y conocida
La aldaba
Las ciudades tienen sus lacras, vergüenzas y lastres como tienen sus monumentos y zonas nobles. Mucho largamos de las carencias de Sevilla en el plano de las infraestructuras, sobre todo desde que en los presupuestos de las administraciones central y autonómica nos mandaron al purgatorio después de la Exposición Universal. Llevamos años penando con tres de los barrios más pobres de España que generan episodios de violencia y otros relacionados con la exclusión social que ofrecen una imagen lamentable de una capital de autonomía con mayor extensión que Portugal. Hemos sido incapaces de erradicar el Vacie, de poner orden en esos barrios donde es noticia que un joven llegue a examinarse de selectividad y en los que se sufren escenas de películas de guerra y ahora trascienden un puñado de detenciones en la denominada (por la Fiscalía y otras instancias) como la mafia del taxi en el aeropuerto. La ciudad lleva años soportando el secuestro y control de un servicio público clave por parte de unos cuantos. Un servicio que cada año es más importante habida cuenta del crecimiento del turismo. Amenazas, escraches en casas de concejales, agresiones... Son 25 años de sucesos por un motivo u otro que no merecen ni los ciudadanos ni por supuesto la inmensa mayoría de los taxistas que cada mañana salen a ganarse la vida honradamente. Con varios de ellos hemos hablado muchas veces y se niegan a acudir a la parada de San Pablo por miedo, para evitar líos y represalias.
Sumamos muchos años de silencio de todos, de inacción de los sucesivos gobiernos locales, de aceptar el monopolio impuesto por un colectivo determinado, de oír estúpidas explicaciones buenistas de gobernantes atolondrados, sin ideas, sin valor y sin criterio. Habría que conocer la opinión que habrá generado fuera de Sevilla la operación policial que se ha saldado con 18 taxistas detenidos. Tanto parlar los políticos de la marca de la ciudad, el impacto económico de algunos acontecimientos y los reiterados intentos por traer chinos y más chinos, cuando primero tendríamos que tener los deberes hechos y disolver la denominada mafia de esta parada del taxi. Pero la dejadez, la impotencia que rima con indolencia y el dejar pasar las cosas un año tras otro y una corporación municipal tras otra, han llevado a un episodio que ofrece una imagen de la ciudad que desmerece todas las virtudes. Si no vamos a tener la conexión ferroviaria entre la estación de tren y el aeropuerto (que tiene hasta Jerez), tengamos al menos una parada de taxi normal, que funcione con criterios racionales y no de una selva, y a la que los taxistas puedan acudir a trabajar sin sufrir amenazas ni violencias.
También te puede interesar
Lo último