
La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La zona militar es la mejor de la Plaza de España
El aterrorizado niño Cole Sear, interpretado por Haley Joel Osment, hizo fama con su frase en la película El sexto sentido. Ya saben, aquello de “En ocasiones veo muertos”. En realidad, en inglés sucinto sólo decía “Veo muertos”, pero el doblaje al español incluyó cierto matiz circunstancial. Me he acordado de esto de ver muertos en ocasiones con tanto cartel de Semana Santa de los que ahora se presentan entre elogios y ditirambos (el Salustianazo del año pasado fue la gloriosa excepción). Y claro, alguien dirá que qué tienen que ver los muertos del siniestro niño Cole Sear con los carteles de Semana Santa.
Pues a lo que voy. A cierta edad los carteles de las Fiestas de Primavera y derivados le sugieren a uno –a mí al menos– que el tiempo ya no llega avisando con misericordia y lealtad. A partir de los cincuenta ciriazos, esa redonda suma de restas, el tiempo se nos planta delante por las bravas, sin previo aviso ni melindre alguno. Por eso veo el cartel de Semana Santa de este año, con el rostro de la Macarena, y lo que veo reproducido, sin ánimo de blasfemia, es al muerto que lo contempla. Otro año más. Otro cartelito más. El tiempo ya sólo nos deja sus estigmas, a imagen y semejanza del propietario de la cruz.
Existe una Sevilla a la carta al gusto de cada cual (incluida la muy saludable No Sevilla). Pero es verdad que cuesta ignorar o soslayar el ciclo endógeno y ensimismado de la ciudad, donde la Semana Santa, se quiera o no, marca a su modo el paso del tiempo y lo agujerea como en las hojas de la costilla de Adán. Y ya puede uno mostrar más pasotismo o más pasión, según el vaivén de los años y el ánimo bipolar entre la bajona y el chute de serotonina. Pero ahí está, como digo, el cartel recién presentado y, de trasfondo, la jeta del trasgo que lo contempla. Sí, otro año más.
Virginia Saldaña, autora del cartel, ha dicho que quería transmitir con él un mensaje que fuera “sinónimo de ilusión, progreso y vida, que es Esperanza”. Nos pone a unos pocos en un aprieto. Nos resultará difícil y batallador ver en comercios y bares el cartel con la Macarena sin que sintamos cierta aprensión por la merma en torno a la Esperanza. Si hubiera sido el rostro del Cristo Yacente de Juan de Mesa el elegido como imagen del cartel, al menos podría uno consolarse con cierto diálogo de muerto a muerto, con absoluta intimidad y desnudez.
Evítenme por favor toda lapidación. No estoy diciendo que la Macarena nos ponga cara de muerto a los aturdidos melancólicos. Hablo del cartel de Semana Santa en sí, el que anuncia la otra víspera cuando el tiempo ya nos alcanza.
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