La lluvia en Sevilla
Carmen Camacho
Multicapa
Estamos batiendo récords a diario. Como una versión dramática de las cursiladas de San Valentín, la factura de la luz sube hoy más que ayer, pero menos que mañana. Pedro Sánchez quiere pasar a la Historia como el presidente del Gobierno que arregló el conflicto catalán, y podría conseguirlo, o no. Lo que sí ha logrado ya es ser el presidente bajo cuyo Gobierno los españoles pagaron la luz más cara de la Historia. Encima, el acontecimiento le ha pillado de vacaciones. Una coyuntura objetivamente impopular y antiestética.
Están Sánchez y su familia en Lanzarote y estarán en Doñana (ya andan exterminando mosquitos en el parque), de La Mareta a Las Marismillas, en el peor momento para la economía familiar de muchos millones de conciudadanos, que pagarán por su consumo de energía eléctrica un 190% más que hace un año. Tradicionalmente se decía que si algún español entendía el recibo de la luz es que no se lo habían explicado bien, de esotérico e indescifrable que resultaba. Ahora casi podemos entenderlo en sus magnitudes y conceptos básicos, pero lo que no podemos es comprender.
No podemos comprender por qué tenemos la luz más cara que nuestros socios europeos. Ni la total ausencia de medidas para empezar a revertir la situación (la subida de agosto ya se ha comido casi todo el efecto paliativo de la rebaja del IVA al consumo eléctrico). Ni el desparpajo con el que deja de considerarse prioritario el que sí es un auténtico problema de Estado que preocupa y afecta a la gente, no como tantas chuminadas que encabezan artificiosamente la agenda política por motivos ideológicos y sectarios. Ni el impulso a una de las soluciones parciales a esta grave crisis, como es la bajada de retribución a las centrales hidroeléctricas y nucleares, mediante un anteproyecto de ley, cuando se ha usado y abusado del decreto para cosas irrelevantes, como si éste de la luz no fuera un caso de urgente necesidad. Ni el silencio clamoroso de Pedro Sánchez, que no admite preguntas en sus comparecencias, decidido como está a no dar más que las buenas noticias. Ni la recuperación de la herencia recibida como coartada de la inacción actual, con la portavoz MJ Montero añadiendo al trabajo sin descanso que el Gobierno viene realizando -se ve que con escaso fruto- el recuerdo de que todo es culpa de Rajoy, e incluso de Aznar, que no apostaron abiertamente por las energías renovables. ¡Qué útil es el pasado para escaquearse!
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