Cambio de sentido
Carmen Camacho
Cesarismo
La aldaba
Si ya vivimos en una continua Semana Santa, si el turismo está tan fuerte que no pierde intensidad ni en agosto y si el fútbol hace mucho tiempo que trufa prácticamente todos los días de la semana, apreciamos cómo hay detalles de las pascuas navideñas que han llegado para quedarse… todo el año. ¿Se han fijado en la cantidad de bares y restaurantes que mantienen las mallas de luces como atractivo revestimiento de las fachadas, como reclamo eficaz, como el recurso para destacar en el paisaje urbano? ¡Qué alegría de paredes, balcones, molduras, cornisas y ventanas con esa generosidad de lucecitas que captan rápidamente la atención de potenciales clientes!De la escuálida lucecita del Pardo a la sociedad de la abundancia que no teme a la contaminación paisajística. ¡Hágase la luz todo el año! Si la decoración navideña entra por el ojo, la mantenemos todo el año para que el negocio destaque. Es el ejemplo de Casa Ozama, donde para algunos bien orientados la mesa más selecta es la del balcón principal con vistas al kiosco de Abilio, no las de la terraza que son la pasarela de cierta sector de la vida social sevillana. Si usted quiere dejarse ver ya sabe por donde tiene que pulular, pero si quiere estar tranquilo ya sabe la mesa que tiene que pedir.
Esto es como los toros. ¿Asiste usted para ver la corrida o para pedirle a Antonio Delgado-Roig que le haga una placa cuando deje de hacer esas maravillosas instantáneas en el patio de cuadrillas y por supuesto en el ruedo? Hay bares con lluvia de luces todo el año por toda la ciudad. Vivimos en la sociedad en la que todo es todo durante todo el tiempo. Antes acababa la Navidad y acaso nos quedaban los restos de turrones (idóneos para las noches de Feria), la escena de la adoración de los magos del dintel de la Puerta de los Palos de la Catedral y los exquisitos emparedados de pavo trufado de Ochoa. Poco más. En tiempos siempre había un estanco o un kiosco de prensa que se dejaba puestas hasta mayo esas cintas de espumillón de tonos dorados, verdes o morados. Servían para exornar cualquier rincón, incluido el marco del Belén infantil donde siempre ha habido un camello al que le faltaba una pata y había que colocarle un apoyo de plastilina. Ahora no hay miedo a las tarifas de la luz, somos como el alcalde de Vigo a la hora de gastar en bombillas, no tememos a la cuesta de enero. Ni a la de febrero. La alegría está en la luz. Por la noche todos los gatos son pardos. Miau . Con luz hay transparencia. Que ya llegará cuaresma con el derroche de cera. Por fortuna la ceniza es tardía en el calendario.
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