La lógica de Puigdemont

No concibe más salida a su vida que regresar a Cataluña como un héroe y que le lleven en volandas de vuelta al Palau

03 de febrero 2024 - 01:00

Impresionaba la cara desencajada de Pedro Sánchez al abandonar su escaño tras ver cómo la ley de amnistía era tumbada por los amnistiables. No era para menos. Desdígase usted de todo lo que había dicho durante años, salte por encima de todas las líneas rojas personalmente trazadas, enfréntese a jueces y asuma el relato de los delincuentes, cárguese el principio constitucional de la igualdad ante la ley, para que sean los propios beneficiarios de una norma que rechaza la mayoría de los ciudadanos quienes la saboteen. Resultan desconcertantes, en efecto, tanta ingratitud y tanta miopía.

O no. Quizás son coherentes con la personalidad y la trayectoria del máximo protagonista de esta tragicomedia, que no es otro que Carles Puigdemont. Cualquier líder político en situación complicada (exiliado, prófugo de la Justicia, perseguido por delitos graves, derrotado en las urnas, al frente de un partido que quedó en quinto lugar la última vez que los catalanes votaron) habría aprovechado la ocasión de un presidente Sánchez necesitado y dispuesto a todo para lograr sus objetivos y debilitar al Estado que tanto le oprime.

Cualquiera menos Puigdemont. Con él no funciona la lógica. Se mueve por otras pulsiones irrefrenables. Básicamente, por el narcisismo y la megalomanía alimentados por su gran sufrimiento durante seis años de exiliado de lujo. Tal y como había quedado la ley de amnistía pactada al detalle con el PSOE y el Gobierno, iban a verse libres varios cientos de independentistas, incluidos los violentos, incluido él mismo como jefe de la sublevación. Pero bastó que un par de jueces no sumisos anunciasen sospechas y diligencias por presunto terrorismo y presunta alta traición para que Puigdemont viera en peligro la única salida que concibe para su vida: volver a Cataluña como un héroe que resistió al opresor y al que los catalanes ya liberados devolverán al Palau de la Generalitat. Para alcanzar la independencia.

No concibe ninguna otra perspectiva. Le da igual colocar a su interlocutor en la cruda tesitura de erigirse en Superjuez que sentencia que el independentismo no es terrorismo (¿tampoco aquellos CDR que almacenaban armas y explosivos?), incordiar al Tribunal Constitucional con casos de terrorismo y alta traición y desafiar a la Unión Europea con lo mismo.

Se ha recordado la fábula de la rana y el escorpión. Justamente. Puigdemont pacta con la rana, pero le pica y la mata, aunque muera él también. Porque es su naturaleza.

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