Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
La Aldaba
La pomposidad, la liturgia, el ritual, las formas, usos y toda la parafernalia de una boda por la Iglesia siguen sin tener parangón con otros formatos por mucho que se haya intentado, que se intenta. Ni el juzgado, ni la Notaría, ni los paripés que se hacen en sitios idílicos tras haber firmado los papeles días antes en el despacho del alcalde amiguete. Un enlace en ciertos templos, sobre todo barrocos y monumentales, sigue teniendo un tirón inigualable, aunque después algunos tortolitos americanicen los accesos a las iglesias con esos arbolitos de flores que son tan monos y que sirven, sobre todo, para que el floristero engorde la cuenta. Ayer vimos la cola que se formó para coger fecha para un enlace en la Parroquia de la Magdalena en 2025. Todo se ha complicado tanto porque alguien hace negocio. Y no es precisamete la Iglesia. Los incautos sujetos de la sociedad de consumo picamos como nunca. Damos por hecho que hace falta entre año y medio y dos para preparar una boda. Eso está interiorizado. Pero todo podría ser más sencillo si se quisiera. De las comedias norteamericanas nos han llegado los 'wedding planners', término estúpido donde los haya., solo igualable en estulticia al de 'partner'. El otro día en un hotel andaluz me preguntaron si yo era el 'partner' de la habitación donde estaba hospedado mi hijo. "No, mire usted, soy el padre". Pero volvamos a a cola de la Magdalena. O, mejor dicho, a la cultura de la cola. Había gente son sillas de playa que pasó la noche para trincar el viernes por la tarde o alguna hora de un sábado del próximo año para contraer matrimonio. Luego saldrá Tezanos diciendo que los españoles orillan a la Iglesia Católica para sus enlaces. ¡Pues nos hemos debido quedar con los más intensitos! Y hasta hay quienes reservan varios templos en la misma fecha. Los curas tendrán que hacer como esos hosteleros que piden una tarjeta de crédito para confirmar la reserva y usan después la aplicación digital que les chiva si los mismos dígitos han sido notificados para reservar el mismo día en otro establecimiento.
Qué complicado es todo ahora, cuánto estrés, cuánto preparativo a largo plazo. Otro reto es hacer coincidir la fecha del templo con la del cáterin (otro vocablo para la lista del diccionario estúpido): toda una obra de ingeniería según te la cuentan algunos protagonistas en las posteriores cenitas (dicho así, en diminutivo). Es cierto que los avances tecnológicos nos han aliviado la tortura del álbum de fotos de la ceremonia y de la crónica del viaje a destinos paradisíacos con alto riesgo de diarrea, pero para ciertas crónicas sobre la intendencia previa no hay indulgencia que valga.
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