
La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El encanto de las prohibiciones en Sevilla
Cuando uno se resiste a hablar de algo por temor a ser pesado, acaba hablando de ello y se convierte en un pesado doblemente inevitable (para los demás y hasta para uno mismo). Por eso yo he venido hoy a hablarles de mi libro y, por tanto, de la lluvia en Sevilla.
Escribo este parte personal sobre el tiempo, pero en mitad de una tregua de sol. Arriba lucen ahora unos cielos purísimos, casi límpidos. Piden como un rompimiento de gloria. Doy hasta vivas a Franco (Battiato), custodio y casi albacea de estas columnas. “El cielo es primordialmente puro e inmutable, pero las nubes son pasajeras”. Lo dijo Franco (el bueno). En ello estoy y descifro lo que hay de inmutable y transitorio en el cielo de Sevilla. Las nubes muestran su juego de gradaciones y tintes. Son como borras de algodón blanco, pero con motas de grises que tiñen sus pomposos relieves. El aire puro, que tanto bien hace, no evita que uno caiga en el melindre y la cursilería. Pero la excusa es que son tiempos de torrijas y hay mucha miel que empapuchar.
Que uno se fije en la tregua del cielo y se queje de la lluvia tediosa son cuitas y desvelos que aún acontecen en el llamado primer mundo (por ahora). Pero qué le vamos a hacer. Siempre halla uno a mano un culpable a la carta. Por eso la culpa la tiene el ya conocido augur: Juan de Dios del Pino, el jefe de la Aemet para Andalucía, Ceuta y Melilla. No hay nadie en Sevilla que no sepa ya que habrá otras tres semanas “con más lluvia de lo normal” y con unos fríos por encima de la media. Y no hay cofrade ni lego en asuntos de incienso que no sepa también que lloverá hasta casi horas antes de los días de autos en Semana Santa.
Sugiere Del Pino que es improbable que llueva todos los días en Semana Santa, lo cual apunta al clásico cuadro de costumbres. O sea, Domingo de Ramos con sol triunfante y mojada para el Cachorro en la Hora Nona. Con todo, se agradece saber del tiempo pluvioso que nos queda gracias a Juan de Dios del Pino. Imagínense que nos lo anunciara el irritante Roberto Brasero, el de Mediaset, ese showman de las isobaras. Seguiremos pues traficando con memes acerca de la lluvia (el Big Ben dando el cambiazo a la Giralda, una ballena emergiendo en una charca por Montequinto, la parodia de la Virgen de las Cuevas clamando contra los andaluces quejosos, nazarenos con capirote en góndolas venecianas, etc).
Se va la borrasca Laurence Pero llega Martinho con nombre de fadista. Y en el interludio sin lluvia doy la razón a Franco (Battiato). El cielo, como la vida, es inmutable y los hombres, como las nubes, somos pasajeros.
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