¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
El verano que ya busca las tablas, nunca mejor dicho en este septiembre más taurino que nunca, es una buena ocasión para coleccionar carteles que dictan prohibiciones, llaman a la precaución o formulan otros avisos que revelan cómo es la sociedad actual, el paisanaje de una localidad o el ingenio y la oportunidad del redactor. Hay que reconocer que el más llamativo lo vimos en la torre de San Benito de Cazalla de la Sierra, en cuya base un azulejo advierte de la conveniencia de tener cuidado con los excrementos de la cigüeña. Literal. Un vistazo al pavimento sirve para comprobar que no se trata de un aviso por capricho. Por San Blas la cigüeña verás, dice el refrán, y te puedes ver con la chaqueta en la tintorería de El Corte Inglés pidiéndole a Fernando Murube que te la tengan cuanto antes para asistir al primer canapé de esa Sevilla de las ocho de la tarde que no termina de arrancar.
Otro cartel la mar de curioso por la fuerza de su redacción lo vimos en La Palma del Condado, donde en un amplio local de fiestas se pide directamente a los asistentes que "no armen escándalo a la salida de las celebraciones". No se trata de no hacer ruido, ni de hablar bajo, ni del socorrido mantengan silencio. Cómo será la cosa que directamente alude a "no armar escándalo". Ojo al verbo y al sustantivo. El premio este año se lo lleva una afamada heladería de Matalascañas, donde el personal debe deslizarse, apoyarse o colocar las manazas con tal intensidad y descaro en las cristaleras donde están expuestos al público los helados, que el letrero no se anda con rodeos: "Por favor, no se dejen caer en las vitrinas".
¡Óle! Ya con un cuerpo de letra más pequeño se recuerda la necesidad de respetar la distancia de seguridad, pero el tipo de letra generoso se emplea con el insólito ruego de no "dejarse caer" como paracaidistas que se arrojan de espaldas al vacío. Dios, qué tropa. La vitrina debe ser de un cristal que ni las antiguas cajas de los bancos. Cerca de allí existe un supermercado donde a su entrada figura otro cartel que da idea del perfil de los clientes: "Prohibida la entrada con el torso desnudo". Hay letreros que directamente nos dejan en evidencia como seres supuestamente civilizados. Hay carteles que nos colocan en una situación pendiente de romanización. ¿Pero alguien es capaz de entrar semivestido en un lugar donde hay alimentos? Claro que sí. Que se recuerde la obligación de ir vestido en un chiringuito... ¿pero en un supermercado por mucho que sea de playa? Eso es hacer directamente como la cigüeña...
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