La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lluvia en Sevilla merece la fundación de una academia seria
Fue un viaje alucinante. Debió ser en los ochenta finales del siglo pasado. Destino Galicia, con la familia en un 127. Ruta de la Plata, León, Zamora, Lugo. Por Piedrafita. Hasta Ferrol. Todo el camino estaba ilustrado con proclamas reivindicativas. Las más llamativas, a partir de León. Especialmente la que decía que León no es Castilla. Un spray negro y letras grandes en los lugares inevitables. En Andalucía había algunas Andalucía Nación, no en Extremadura. Ni en Castilla. Muchos campos amarillos a la espera del abrazo del verdor galaico pero no habían ido dejando huellas los del spray. En León sí. Era curioso porque Castilla y León están unidos por la “y”, suma de cosas distintas, pues. Pero el reivindicador estimaba necesario proclamarlo en las carreteras de la provincia. Hasta llegar a El Bierzo. En el territorio frontero con Galicia habían escrito un nuevo reparto territorial: El Bierzo, quinta provincia gallega. Todo esto hasta Piedrafita, a partir de la cual, las pintadas en el camino decían inequívocas que Galicia no es España. ¿Dónde estamos? Preguntaba retóricamente al interior del coche. Sin respuesta, naturalmente. Lo he recordado por estos días en los que vuelve el leonesismo a rampar exigiendo que, cumpliendo la Constitución, desea separarse de Castilla y crear una autonomía propia con Salamanca y Zamora, que dirán lo suyo cuando proceda. O en su defecto, una autonomía uniprovincial, como Murcia o La Rioja. O Madrid. Es la fórmula encontrada en el almacén de excluidos de la historia. La ensayaron con anterioridad. Bajo la pancarta en donde rezaba que León sin Castilla es una maravilla, 90.000 leoneses –dicen las crónicas– se lanzaron a las calles de la capital del viejo Reino. Era el año de gracia de 1984. Se acusaba a Valladolid de haberse llevada la industria a su territorio. Lo ha intentado hace pocos años La Línea de la Concepción, en una de las operaciones de largo aliento de la provincia gaditana, aliento gibraltareño, claro. Con una Línea autónoma Gibraltar tendría casi todo lo que necesita para subir a los cielos. ¿Tendrán éxito esta vez los leoneses? ¿Podrán mantener El Bierzo en las lindes de los sueños cumplidos? Es un mapa móvil el mapa ibérico que nos conduce a un país portátil. Los vectores de la ruptura apuntan en todas las direcciones, digo de Bilbao a Pamplona, de Barcelona a Valencia, de Sevilla a Badajoz y a Murcia, de Barcelona a Valencia y Mallorca, lo de León… Todo se mueve, la tierra tiembla. La historia que nos ensambló es la que parece ahora sacudirse los yugos inexistentes. De Cádiz a Ferrol, por la Ruta de la Plata, fue una anticipación en los ochenta.
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