Leer, ver, tocar, oler

23 de marzo 2025 - 03:12

Hubo un tiempo en el que quien quería oír música tenía que acudir donde se interpretara, ya fuera una sala de concierto, un café, una iglesia, un quiosco del parque o un pianillo en una esquina. O cantarla él mismo y, si los medios se lo permitían, oír la que la jovencita tocaba en el piano vertical que daba categoría al salón. Después aparecieron el fonógrafo, la radio y el cine sonoro. Y poco a poco se fueron extinguiendo las pequeñas orquestas que amenizaban los cafés y las salas de fiesta, acompañaban las proyecciones de cine mudo y tocaban en los cultos solemnes, siempre los mismos músicos que por la noche tocaban en un cabaret, por la mañana en una función principal y por la tarde en un cine o en un café. Hasta huelgas hubo conforme la reproducción mecánica los fue extinguiendo.

Frente a la inmaterialidad de la música oída a través de la radio, los discos, sobre todo en la edad de oro de los microsurcos a partir de 1948, fueron su hermosa materialidad de portadas maravillosas y negras placas circulares con la duración de las canciones visibilizadas por los surcos más anchos que las separaban. En los años 70 llegaron los casetes, en los 80 los CD y la bella materialidad de los discos se fue degradando hasta que la música se desmaterializó, llegando a la mayoría vía streaming. Solo los exquisitos y los nostálgicos siguieron siendo fieles a los discos.

Lo mismo pasó con el cine, en su tránsito de las salas a los multicines y de estos a las multisalas para acabar con el consumo mayoritario a través de las plataformas streaming. Dicen quienes se ocupan de estas cosas que solo el 30% de las audiencias globales ven las películas en las multisalas, mientras que el 70% las ve en streaming. Otra desmaterialización, porque la sala de cine, cada una dotada de su propia personalidad, formaba parte de la experiencia integral de la visión de una película.

Solo el libro ha resistido a esta desmaterialización de la cultura. Según datos de 2024, aunque los electrónicos ganen popularidad, especialmente entre los más jóvenes, el papel sigue siendo la opción preferida por el 90,7 % de quienes leen habitualmente, especialmente en las generaciones mayores. Un triunfo de los sentidos que salvaguarda el disfrute visual, táctil y olfativo del libro. Porque, al igual que el disco era la materialidad de la música y la sala la del cine, el libro es la de la lectura.

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