¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
El placer de lo público
La aldaba
Hacer reír es un poder. Hay quien considera que se conquista de verdad a otra persona cuando se tiene la capacidad de hacerle reír. Recuerdo la anécdota del hombre preocupado porque un señor se aproximaba mucho a su esposa. Le preguntó a un amigo si creía que ella le era infiel. “No te preocupes por eso, porque no hay nada. Pero ten en cuenta que él le hace reír...”. El humor es el lubricante de la vida cotidiana. Quienes nos hacen reír nos hacen más llevadera la existencia, nos dan fuerzas para soportar las cruces del día a día, nos proporcionan el escudo para defendernos de las agresiones. Manu Sánchez es un privilegio para la sociedad, un lujo para los amigos, un tipo que genera energía positiva, que se estudia muy bien su trabajo, que se ríe de sí mismo, una persona muy seria porque sabe que el humor es algo... muy serio. Sin amor no somos nada, sin humor somos unos desgraciados. Un día con Manu es un espectáculo de genialidades. “Yo soy un payaso. Es mi trabajo. El problema es que hay mucho intrusismo en el sector y salen muchos payasos en los telediarios”. Ahora anuncia que entrará de nuevo en el quirófano. Y lo hace con una carta que es una preciosidad, un canto a la vida, a la familia, al buen humor, a la ternura, a la fe que es su asidero... No podrá dar un pregón que tenía comprometido para anunciar la llegada de los reyes magos. ¡Si ya ha dado el pregón con esa carta y con esa forma de encarar la vida! La sociedad necesita a Manu Sánchez porque con su forma de ser hace un mundo sencillamente mejor.
Nos conquista porque nos hace reír, nos hace reír porque nos hace pensar, y nos hace pensar porque su humor combina todo lo que ven sus ojos y oyen sus oídos más el estudio concienzudo de las cosas. Un día nos contó que le preguntó al médico si había estado en su mano evitar el cáncer testicular. Si podía haber hecho dieta, algún ejercicio o privarse de algo. Nada, el médico lo tranquilizó, acaso haberse palpado de vez en cuando. “Está claro que soy un andaluz que no se toca los huevos y al que le hubiera venido bien hacerlo”. Y nos reímos a carcajadas, porque la risa es el blindaje, el humor es la mano que te saca del hoyo, te levanta y te coloca de nuevo en disposición de caminar. Dice que no dará el pregón, que no podrá. Y no sabe que ya nos lo ha dado. Su sonrisa, su amor por su gente y su vitalidad son el oro, el incienso y la mirra que este andaluz aporta a un mundo tantas veces acerado y hostil. ¡Quién fuera payaso como Manu! Niño grande, poderoso por su alegría y fuerte por su ternura. Que los reyes sean generosos con el padre de Manuel y Leonor. A Dios por el humor.
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