¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Capitanía y los “contenedores culturales”
El pacto de derechas ya está hecho en Andalucía. Sólo algunos ilusos fantasearon con la posibilidad de que PP y Cs no alcanzasen un acuerdo de Gobierno con la aprobación de Vox. Pese a las cómicas llamadas de "movilización antifascista" o a los interesados intentos de crear un cordón sanitario en torno a 400.000 andaluces que votaron por el partido de Abascal, se ha impuesto lo que mandaba la lógica política, la aritmética parlamentaria y, sobre todo, la voluntad de los ciudadanos. Ni uno solo de los votantes de Moreno, Marín o Serrano les hubiesen perdonado que dejasen escapar la oportunidad histórica de desalojar a los socialistas de la Junta de Andalucía. En este pacto hay mucho de convicción y estrategia, pero también de acatamiento de una realidad que supera a la voluntad de sus firmantes (algo así como el fatum de los clásicos). Sencillamente, no podían hacer otra cosa.
Andalucía se ha convertido en un laboratorio donde se van a realizar dos experimentos fundamentales para el futuro del conjunto de España. El primero es la novedad de un Gobierno en el que las derechas, desde la más centrada hasta la más autoconsciente, van a probar sus posibilidades de entendimiento en la gestión de los asuntos públicos. Todos quieren saber si estamos ante un Frankenstein de la derecha o ante una armónica Santísima Trinidad. Desaparecida la Arcadia aznarista, donde todas las sensibilidades de la diestra se agrupaban bajo unas únicas siglas, ahora toca estar juntos pero no revueltos. Los puntos de encuentro son muchos (bajada de impuestos, aligeramiento del mazacote burocrático, rescate de la maltratada educación concertada…), pero también surgirán roces tanto en el día a día como en las cuestiones de fondo. La batalla por el control del centroderecha, que será más intensa a medida que se acerquen las Elecciones Generales, no ayudará.
El segundo experimento es el de un Parlamento muy fragmentado, pero con dos bloques claramente enfrentados según el famoso y sencillo esquema de la Revolución Francesa ya descrito por Mirabeau: la derecha y la izquierda. Aquellos que dieron por superada la bipolaridad del alma democrática se equivocaron. El centro está prácticamente desaparecido y sólo Cs tiene alguna posibilidad (pero muy pocas) de pescar en su caladero, aunque los dilemas de la muy espesa situación nacional se lo complican bastante. Andalucía será la tierra en la que se ensayará la nueva política española. Esa es nuestra cruz y nuestro privilegio.
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