La aldaba
Carlos Navarro Antolín
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La ciudad y los días
NO es justo que le aticen a Zoido con la Torre Pelli. Estos premios Admiraciones Destruidas que la asociación SOS Monuments le ha dado a Monteseirín por las setas y a Zoido por la Torre Pelli son justísimos al anti premiar o premiar negativamente el mamarracho de la Encarnación y el innecesario rascacielos. Se merecen esto y más, sobre todo las setas. Pero resulta que, como todos sabemos, ambos proyectos fueron ideados y autorizados bajo mandato de Monteseirín. Él mismo inauguró las setas, las cantó como Nerón (versión Peter Ustinov) cantaba a Roma como se ardía, las convirtió en artículo de fe progresista que había que confesar para no ser tachado de facha amojamado y declaró públicamente que eran el símbolo de la Sevilla del siglo XXI… Open Seville, ya saben. Son suyas, suyas, suyas, y nadie se las disputa. Merecido tiene pues recibir el premio Admiraciones Destruidas.
Pero Zoido poco tiene que ver con la Torre Pelli. Es toda, toda, toda de Monteseirín. Zoido se la encontró casi alzada cuando llegó al Ayuntamiento, como cada mañana nos encontramos al salir de casa el enhiesto menhir de la caca de un perro con dueño guarro. El zurullo de la Torre Pelli fue autorizado, querido y defendido por Monteseirín hasta el extremo: su último viaje oficial, estando ya en funciones, fue para defender en París la Torre Pelli ante la Unesco. No quería irse el hombre sin dejar amarradito este otro espléndido gesto moderno y progresista que, junto a las setas o la Alameda sin árboles y con ictericia, haría de Sevilla una metrópolis muy open.
Zoido se encontró con el marrón de la torre y tuvo que apechugar con él. ¿Qué otra cosa podía hacer? ¿Derribarla y pagar indemnizaciones millonarias? Cuando despertó como alcalde la torre seguía allí. "Tengo que defenderla aunque no me guste", dijo. Cosas de la política. Personalmente plantearía un sistema de voladuras controladas que borrara las peores huellas del franquismo -eso sí que sería Memoria Democrática, y no lo de Valderas- empezando por los juzgados hiperfranquistas del Prado, siguiendo por la comisaría hiperdictatorial y super-TOP (Tribunal de Orden Público) de la Gavidia y otros muchos mamarrachos de los años 60 y 70, para terminar con la voladura de las setas que son lo peor que le ha pasado a Sevilla en su historia democrática.
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