Los juguetes rotos de Sevilla

La aldaba

Aupamos y orillamos a políticos, tabernas y hábitos con una facilidad pasmosa que nos retrata también como ciudad

El teatrillo de San Telmo

La elegancia de un sevillano discreto

Una copa de vino.
Una copa de vino. / M. G.

31 de julio 2024 - 04:00

Cuando nos da por un político, una expresión verbal, una afición o una taberna no paramos hasta agotar las existencias, acabar saturados y tirar por la borda lo que ya no nos estimula ni atrae.  En Sevilla saludamos con las palmas de la mayoría absoluta a quien después cargamos con la cruz del pase a la oposición a las primeras de cambio. Y lo hacemos en silencio, con el desprecio con el que se valora el final de una faena plúmbea, anodina y ni siquiera aseada en el piso plaza. Nos cansamos de usar la expresión del “tardeo” y le queda un cuarto de hora a la del “postureo” (que de toda la vida se decía “aparentar”). Un buen día nos da por un restaurante, por un bar de diseño o por una taberna con una amplia carta de vinos de Jerez para después dejar de acudir. ¿Por qué?Vaya usted a saber. No se dan explicaciones, salvo los enterados de turno que tratan de escudriñar las causas. Ahora nos sirven una noticia a la semana de un establecimiento del sector de la Magdalena al que parece que hubiera que salvar de la falta de camareros, de ladronzuelos de poca monta, etcétera. Alguno ha hecho de este negocio una cuestión de ciudad. Como si los demás bares de Sevilla no tuvieran esos mismos problemas o parecidos. Pero, ay, así son las cosas. ¿Para qué lo vamos a decir de forma alambicada si se puede explicar con sencillez? Debe ser que hay bares mediáticos como había jugadores galácticos. Somos mitad noveleros, mitad crueles. Aupamos y orillamos con una facilidad pasmosa. Ocupamos, alabamos y... abandonamos. Hasta las mañanas de Feria dejamos despobladas en su día.

Tal vez sea nuestro carácter barroco, nuestra afición por el maximalismo verbal, la afectación de los pregones, el ensalzamiento y la adulación disparados a la hora de promocionar personajes y establecimientos... La lista de juguetes rotos de la ciudad incluye personas, negocios y hábitos. ¿Y los toreros? La barrila que hay que soportar de los neocurristas es para que los efectos sean cubiertos por la Seguridad Social. Se cotiza al alza ser hermano de una cofradía con una Dolorosa no coronada y alguien que confiese que no ha visto a Romero torear en Sevilla. Han bajado las capeas de los sábados por la caída de prestigio de la Fiesta. Se han disparado los tontos del Godello y de los amontillados, palos cortados y olorosos. Murieron los tanques de cerveza (el término pervive al menos en la campaña del alcalde Oseluí) y está de moda la tirada cortaíta en vaso ancho de sidra. Cuidado con estar de moda. Sólo lo auténtico permanece. 

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