Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
LA democracia de 1977 aspiraba a dos tipos de libertades políticas: la pluralidad de partidos y la diversidad territorial frente a lo que había sido un régimen autocrático y centralista, por esa razón las reclamaciones de libertad, amnistía y estatuto de autonomía iban juntas y, como tal, se coreaban al unísono en todas las calles del país. No sólo en Cataluña y el País Vasco. La izquierda española ya era federalista antes del franquismo, pero un régimen que se sustentaba en el nacionalcatolicismo provocó, como reacción, un desapego de parte de la población a los símbolos nacionales, al relato histórico de la España imperial y a las gestas patrias. La nación española salió muy tocada del franquismo.
Casi medio siglo después, y saldadas con creces las posibles deudas que España tuviera con otras nacionalidades, hay una izquierda que viene señalando a los partidos nacionalistas como focos de desigualdad territorial y, por tanto, de desigualdad económica y de servicios sociales.
Si la izquierda se diferencia de la derecha de la búsqueda de la igualdad económica mediante la redistribución de la riqueza, los intentos del nacionalismo catalán por contar con una hacienda propia, como la vasca, avanza justo en el sentido contrario. ERC y Bildu sólo serían de izquierdas para los suyos, lo que supone una contradicción tan grave que llena de razón a aquellos que defienden que la izquierda nunca podrá ser nacionalista, sino internacionalista.
La agenda política española suma algunas décadas en las que se ha centrado en resolver, tratar o amoldar las aspiraciones nacionales de cuatro o cinco partidos, fortalecidos por la polea aritmética cuando los gobiernos del PP o del PSOEcarecían de mayoría absoluta. Esta legislatura es una de ésas, en la que un partido de la propia coalición de Gobierno –Sumar– se define como plurinacional y varios aliados parlamentarios son independentistas.
En este contexto nace Izquierda Española, un partido que proviene de El Jacobino, que ha sido un grupo de debate tan interesante como minoritario, y que bebe en parte de aquellos pensadores de Ciudadanos que creían que el partido naranja iba a ser un partido socialdemócrata. Por eso no le auguro futuro, porque los intelectuales no hacen partidos, porque los cabreados de PSOE de la caoba son muy viejos y porque la tendencia del momento es la vuelta al bipartidismo después de tantos experimentos fallidos. No se puede ser tan exquisito.
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