Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
El Palacio de la Motilla ya no es de sangre azul ni en el Registro de la Propiedad ni en el Catastro. El dinero manda. Cierto concepto de la historia queda para los legajos, ciertos morbos para ser pasto de chismes en las cenas, ciertas fuerzas para la verborrea de los discursos emocionales... Se impuso la razón. El propietario es el único que puede vender. Algunos aristócratas se han dado cuenta de que el mercado inmobiliario es como el fútbol, pues mandan los jurdeles y las alianzas que se hacen en torno a su hoguera desde que entró en vigor la ley de sociedades anónimas deportivas. Ni la antigüedad como abonados, ni los años de devoción por unos u otros colores. Se impone la pastora (divina). Hay ejemplos en que la propia aristocracia o la alta burguesía son ejemplares en la conservación del patrimonio e incluso lo ponen a rentar mediante su cesión para celebraciones de esas a las que se llega en un autobús tras recorrer un tramo final más propio de cabras. Hartitos estamos ya casi todos de cenar en cortijos y grandes casas de campo que son propiedad de apellidos con solera y que los alquilan parcialmente para hacer un legítimo negocio. Por cierto, a ver si dejamos ya de colocar el comedor en las antiguas caballerizas...
A lo que íbamos. Igual que el señor cordobés tiene ya su palacio soñado y una larga cola de amigos esperando para mangar azotea la próxima Semana Santa en una suerte de toma de la bastilla que no me la pierdo por nada del mundo, hay ya un interés contrastado por recuperar para la aristocracia uno de los mejores palacios que están sin uso en Sevilla: el Palacio de Monsalves. Ha tenido en los últimos dos siglos diferentes usos: casa de Javier Sánhez-Dalp, sede de la compañía Sevillana de Electricidad, sede de la Delegación Provincia de Educación, de la Presidencia de la Junta de Andalucía, de la Consejería de Relaciones Instituciones y del cuerpo de letrados de la Administración Autonómica. El edificio es precioso. Las últimas reformas datan de diferentes etapas y distintos arquitectos, como Aníbal González y Rafael Arévalo.
La Junta de Andalucía admite que tiene muestras de interés por hacerse con el edificio, alguna ya realizada por escrito por destacados miembros de la nobleza que anhelan recuperar un edificio con historia, rango y suntuosidad. Haría falta que la Junta, que mantiene el inmueble con uso, lo saque a subasta. El problema es que si se deshace del Palacio de Monsalves se descarta la opción natural de ampliación del Museo de Bellas Artes. Todo en política es posible. El inmueble merece el mejor trato y estar en las mejores manos. No provoquemos otro San Isidoro del Campo.
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