Sobre la inmigración

14 de enero 2025 - 03:06

Tengo la suerte de impartir algunos de los talleres de articulismo que organiza la ejemplar Fundación Manuel Alcántara con el apoyo de la Junta de Andalucía y de la Fundación La Caixa. Los alumnos de secundaria o de bachillerato reciben unos consejos prácticos sobre cómo escribir una columna, y se les invita a participar en un concurso. Se animan rápido, porque dar nuestra firme opinión sobre lo que sea es algo que a los españoles nos entusiasma. (Y los premios son suculentos.)

Con el ardor competitivo, unos alumnos me preguntan sobre qué podrían escribir ellos. Les confieso que una de las mejores cosas del columnismo es la libertad para hablar de lo que te dé la gana. También para callarte de aquello que no te interesa en absoluto. O incluso de lo que no tienes ni idea, actitud insólita que se agradece.

Entonces uno, llamado Iker, me pregunta si puede escribir de la política migratoria española. Percibo un pequeño reto en su voz. Y me hace gracia, porque él no sabe que es un tema que justo a mí me parece apasionante, necesario, urgente, primordial. Lo lanza como queriendo escandalizar un poco, como muy bien podría pasar… con otro.

Podría contarle, pero no olvido que no estoy aquí para conspirar con los muchachos, sino para darles su taller, y me pongo profesoral y aséptico. “Es un tema muy bueno”, le digo, “actual y en el que hay opiniones (muy) encontradas. Hasta ahí, fenomenal; pero tendrás que pasar”, sigo, “por una Escila y una Caribdis –explico la referencia clásica, por si acaso–. No te puedes poner muy políticamente correcto, porque entonces tu artículo no aportará nada novedoso al debate público, esto es, que aburrirá a las ovejas. Pero tampoco te puedes poner cual enfant terrible –vuelvo a explicar– para epatar al personal con posturas excéntricas”. ¿Y cómo encontrar el punto de equilibrio o el rumbo correcto? “Sin buscarlo: siendo muy fiel a tu visión del asunto y no distrayéndote con los cantos de sirena ni de unos ni de otros. Seguro que los de Escila te gritan que te arrimas demasiado a Caribdis, como los de Caribdis que aún no te aproximas a ellos bastante; pero tú ve por dónde honestamente pienses que has de pasar. Sin buscar nunca el aplauso ni el impacto, sino la verdad”.

No lo dije así de claro, y por eso vengo aquí a precisar. Es otra lección: los columnistas sólo nos explicamos bien por escrito y por diferido. Estoy deseando leer tu artículo, Iker.

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