La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lluvia en Sevilla merece la fundación de una academia seria
Al punto
CULLONS! Que algunos se han puesto como motos porque el Parlament -es así, ¿no?- haya aprobado la Ley de Educación de Cataluña que, al fin y al cabo, lo único que hace es obligar a los niños catalanes, y asimilados, a educarse en catalán, y sólo en catalán. Bueno, también deja al español como tercera lengua, en cuanto a horas obligatorias de enseñanza, después de la primera lengua extranjera, de lo cual se deduce que el español es la segunda lengua extranjera, con dos horas a la semana. De momento. Y además, con dos cullons, la opinión de los padres no cuenta porque, ¿quiénes son ellos para decidir la lengua que van a hablar su hijos? Que les enseñen ellos, si quieren que hablen español. Lo que pasa con esto es que, a la siguiente generación, ya habrá pocos que sepan suficiente español para enseñárselo a sus hijos. Eso es la inmersión.
Pero, claro, esos niños inmersos en el catalán serán mañana hombres y mujeres, y tendrán que recurrir a la tercera lengua para tratar con el resto de España y, salvo que se generalice -no tiene nada que ver generalizar con Generalitat- la enseñanza del catalán en el resto del Estado español, van a tener un problema los que quieran ejercer su profesión fuera de Cataluña si, para entonces, no han conseguido la obligatoriedad de la traducción simultánea.
Pero no hay que asustarse porque esta situación plantea una gran oportunidad de negocio. Por ejemplo, Andalucía podría convertirse en el Oxford, Dublín o Londres, veraniegos para miles de adolescentes catalanes que, bien pertrechados durante el curso escolar de catalán e inglés, decidan aprender ese idioma del que tienen noticias a través de sus dos horas de clases semanales. Andalucía, sol y español, podría ser el reclamo, tópico, pero con gancho, para una industria cultural que ayudaría, no sólo a compensar la caída del turismo tradicional, sino también a fomentar unos lazos personales de buen rollito. Porque hablando, se entiende la gente, si es en la misma lengua, claro está.
Y qué bonito sería que, dentro de quince o veinte años, cuando, por ejemplo un empresario catalán llamase por teléfono a un colega andaluz le dijese: "Cucha, mi arma, ¿qué passa con el negosio, que me tiene abandonao?". Y esto, gracias a los meses de verano pasados en la inmersión lingüística española vivida en Andalucía. Pues si somos listos, que lo somos, en lugar de cabrearnos, lo cual no nos va a servir para nada, y nos va a hacer que pasemos muy malos ratos, con la que está cayendo, vamos a sacarle provecho a la inmersión por cullons.
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