Los ingleses en Madrid 
y el rey Felipe VI en Sevilla

Los ingleses en Madrid 
y el rey Felipe VI en Sevilla
Los ingleses en Madrid 
y el rey Felipe VI en Sevilla

01 de junio 2024 - 14:11

Tal día como hoy, hace cinco años, el 1 de junio de 2019 Madrid se había llenado de ingleses. Liverpool y Tottenham Hotpurs disputaban la final de la Liga de Campeones en el estadio Metropolitano. Durante dos días seguidos un lustro después, el estadio Santiago Bernabéu se ha llenado de incondicionales de Taylor Swift. Cinco años después, los ingleses sólo hacen de anfitriones para la final que esta tarde se disputa en el estadio de Wembley entre Borussia Dortmund y Real Madrid en este primer día de junio, san Justino, festivo en la ciudad de Cuenca.

Mientras Madrid se iba atiborrando de ingleses, un grupo de periodistas residentes en Madrid y en otros lugares de España llegaban a Sevilla para recordar la figura de alguien muy importante en la vida de todos ellos. En un camino de Santiago, el cura y periodista donostiarra Manuel de Unciti y Ayerdi (1931-2014) tuvo la idea y el sueño de crear una residencia para estudiantes de Periodismo. Cubrió el Concilio Vaticano II, dirigió las Obras Misionales Pontificias y tenía una columna semanal en el diario Ya.

El burro delante. Yo, sin ir más lejos, no habría llegado a trabajar a Sevilla hace medio siglo sin la mediación y los buenos consejos del cura Unciti, que además me casó en Triana doce años después de mi llegada. Desde el año de su muerte, los antiguos huéspedes de la residencia Azorín se reúnen anualmente, cada año en una ciudad diferente. Azorín, además de precursor de la prosa poética, según dice Gil de Biedma en el prólogo de Ocnos de Cernuda, fue cronista parlamentario. Anteayer se cumplió un siglo del ingreso en la Academia de la Lengua del de Monóvar.

A finales de junio, los uncitianos celebran cónclave en León, pero hace cinco años, el mismo día de la final entre los dos equipos ingleses, eligieron Sevilla como punto de encuentro y a mí me tocó la tarea de coordinar las actividades de aquella jornada. Sevilla y el mundo han cambiado mucho desde entonces. Ese 2019 empezaba a conmemorarse el quinto centenario de la primera Vuelta al Mundo, que al mando de Fernando de Magallanes se inició en el puerto de las Mulas de Sevilla para partir las naves desde Sanlúcar de Barrameda. El trienio conmemorativo, en paralelo con los tres años que duró la expedición, coincidió con la pandemia del coronavirus. La siguiente final de la Copa de Europa, entre el Bayern Múnich y el Paris St. Germain, se disputó sin público y yo la vi con mi hijo con mascarillas en el Hard Rock de la calle san Fernando.

Llegaron casi medio centenar de viajeros. Algunos ya son abuelos. Alguna, lamentablemente, ha enviudado. Los cité en el Archivo de Indias una mañana luminosa del final de la primavera de Sevilla. El mismo lugar al que el cura Unciti vino para investigar cuando hacía su tesis sobre las misiones en el Sudeste asiático. La verdad es que salió todo redondo, aunque algunos de los cómplices con los que conté, todos buenos amigos, ya no están en su sitio.

Iniciamos la jornada con una visita cultural a la Catedral de Sevilla con el mejor de los guías posibles: Joaquín de la Peña, conocedor como pocos del ingente patrimonio que guarda esa cumbre de la Cristiandad. Se entretuvo en lo que no ve la mayoría, desde la capilla de la Antigua al ángel de la guarda de Murillo. Una visita que alguno recordará cinco años después cuando conozca las maravillas de la catedral de León, terminada de construir el mismo año que la Torre del Oro.

La jornada continuó con una misa en la Capilla de los Estudiantes de la Universidad, Antigua Fábrica de Tabacos. El recorrido desde la Catedral y el Archivo de Indias, apenas cinco minutos entre dos paradas del Metrocentro, levantó el asombro y la admiración de los expedicionarios. La Eucaristía la celebró Emilio Calderón, entonces párroco de Las Letanías, donde ha sido relevado, y responsable de la pastoral penitenciaria. Una homilía en la que recordó la labor de Manuel de Unciti ante la imagen impactante del Cristo de la Buena Muerte de Juan de Mesa.

Dimos un paseo por la plaza de España. Cada cual buscó el banco con su provincia de referencia porque la residencia, donde convivíamos 16 estudiantes, era un caleidoscopio de la piel de toro. Pedro Sánchez Cuerda se entregó en cuerpo y alma en el almuerzo que preparó en La Raza, donde después celebramos la asamblea con el orden del día y objetivos para los años venideros. Pedro no nos pudo atender en persona, porque al otro lado del semáforo, en el Casino de la Exposición, se ocupaba de los invitados en la comida presidida por el rey Felipe VI, que estaba en Sevilla, donde ese mismo día se celebraba la jornada de las Fuerzas Armadas que este año se ha celebrado en Oviedo.

El Casino de la Exposición está cerrado por obras, igual que el teatro Lope de Vega con el que comparte unidad arquitectónica en el edificio que diseñó Vicente Traver, el arquitecto que sustituyó a Aníbal González como director de la Exposición Iberoamericana de 1929. La Raza era en aquel certamen el Pabellón de Información. Debía su nombre al poema de Rubén Darío que aparece en la entrada al recinto (“ínclitas razas ubérrimas”). Cerró sus puertas, fue completamente demolido y ha reabierto con otro grupo empresarial, Abades y el nombre de El 29. En la memoria, tantas celebraciones: la comunión de mi hijo, los cincuenta años al alimón con mi concuñado Víctor, una visión privilegiada de la Paz por el Parque. Tantas entrevistas: Kiko Veneno, Carlos Herrera, Javier Arenas, los elencos que venían al teatro Lope de Vega o los artistas que actuaban en Montpensier, el antiguo Luna Park, cuando lo regentó Jesús Quintero.

Se dio tiempo libre para la siesta o el recorrido turístico, para el tapeo por Triana o el barrio de Santa Cruz. Alguno aprovechó para ver algo del partido, que ganó el Liverpool. Con tantos ingleses en Madrid, el final de la jornada fue la terraza del hotel Inglaterra con sus impagables vistas de la Giralda iluminada como faro que asiste en las tormentas a los marineros en tierra. Mamen Otero, hija de Manuel Otero Luna, hermana de Manuel Otero Alvarado, los dos últimos directores del hotel en el que, entre otros, se alojaron Verdi, Cezanne o Italo Calvino, fue la encargada de que todo saliera a pedir de boca en un día que había arrancado en el Archivo de Indias.

El arzobispo de Sevilla era Juan José Asenjo. El alcalde, Juan Espadas. La diócesis cambió una vez de pastor, hasta Saez Meneses, conquense como los que celebran a san Justino, y dos veces de bastón municipal, primero Antonio Muñoz, ahora José Luis Sanz. El rey que conquistó Sevilla, Fernando III, era hijo del rey de León, Alfonso IX, y la reina de Castilla, doña Berenguela. Un puente de historia entre dos ciudades separadas por un lustro y dos finales europeas. El día fue luminoso, con la única sombra del accidente de tráfico que le costó la vida al futbolista José Antonio Reyes, que jugaba en el Mérida, y a su primo Jonathan.

La pandemia llegó nueve meses después, como un parto diabólico. Se llevó miles de vidas, entre ellas las de mis amigos Manuel Salinas y Antonio Falcón. Los ingleses se fueron marchando de Madrid y el rey Felipe VI regresó desde Sevilla al palacio de la Zarzuela. Llevaba media década en la Jefatura del Estado. Ha pasado otra media.

stats