La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La Sevilla fina en la caja de Sánchez-Dalp
las claves
LA renuncia se concretó el pasado martes en un almuerzo que mantuvieron en Madrid José Griñán, Mario Jiménez, Alfredo Pérez Rubalcaba y Elena Valenciano. El presidente andaluz anunció a los dos dirigentes de su partido que había tomado la decisión de renunciar de forma inmediata a la jefatura del Gobierno, lo que provocó sorpresa en Rubalcaba y Valenciano, que habían asumido ya que no llegaría al final de la legislatura pero pensaban que Griñán se mantendría en su puesto durante los próximos meses. Griñán negó en ese encuentro que su decisión tuviera que ver con el escándalo de los ERE, insistió en que se trataba de razones personales -varios familiares muy cercanos sufren problemas graves de salud- y además consideraba que la Junta quedaba en buenas manos tras el proceso de sucesión que había puesto en marcha semanas antes y se había concretado en la persona de Susana Díaz, su consejera de Presidencia, mano derecha desde hacía tiempo y a la que consideraba persona perfectamente capaz para asumir tan altas responsabilidades.
Hablaron sobre la delicada situación que atraviesa el PP en Andalucía, sin candidato al Gobierno autonómico y absolutamente herido tras la salida de Javier Arenas de la presidencia regional; hablaron del pacto con Izquierda Unida, que Griñán considera estable, y hablaron de la presidencia del partido, que los cuatros comensales estuvieron de acuerdo en que debía continuar. Es más, en el transcurso del almuerzo Griñán recibió palabras de Rubalcaba y Valenciano en las que se le animaba a asumir más papel una vez que dispusiera de tiempo libre al dejar la Presidencia del Gobierno andaluz. Griñán expresó su intención de convocar a los secretarios provinciales andaluces y al comité director al día siguiente para comunicarles su intención de renunciar a la Presidencia de la Junta a partir de septiembre, y los comensales se levantaron de la mesa sonrientes y ofreciendo su apoyo al todavía presidente así como a la que a partir de otoño será la nueva responsable del Ejecutivo autonómico.
La aparente tranquilidad de ese almuerzo contrasta con la inquietud que se advierte en algunos sectores del PSOE ante la decisión de Griñán. No se ocultan los nervios ante la idea de que la renuncia, inesperada, pueda estar relacionada con el caso de los ERE.
El jueves el foco de la atención estaba puesto en Galicia, a donde acudió el propio Rubalcaba para dar su apoyo personal a las víctimas del trágico accidente ferroviario, pero no fueron ni uno ni dos los dirigentes socialistas que reconocían estar pendientes de la comparecencia del ex interventor Manuel Gómez ante la juez Mercedes Alaya y reconocían también su temor a que al finalizar su declaración la juez decidiera imputar a Griñán. Como reconocían que estaban convencidos de que la renuncia al Gobierno estaba relacionada con esa declaración del interventor. A las dudas puso voz Alfonso Guerra, que en uno de los actos promocionales de su libro de memorias no ocultó su sorpresa por la dimisión de Griñán y dijo que estaba convencido de que no llegaría al final de la legislatura pero que se mantendría aún varios meses en el cargo. A preguntas de si la dimisión estaba relacionada con los ERE, un Guerra que siempre encuentra las palabras adecuadas para expresar lo que siente, en esta ocasión optó por divagar: "Yo no lo sé, él dice que no. La impresión que tengo es que debe haber alguna razón que yo desconozco para que haya tomado una decisión tan rápida. Alguna decisión que no sé a qué ámbito se deberá, si será una razón personal, o política, pero probablemente en el fondo de su decisión debe haber una razón que yo, al menos, desconozco".
En círculos políticos y periodísticos -que normalmente se nutren de las informaciones que suministran los políticos- se daba una versión menos amable de los hechos que llevaron a la dimisión del presidente de la Junta.
Se contaba que semanas atrás el ex interventor general había mantenido una entrevista con Griñán, o con alguien cercano a Griñán, en la que había hecho llegar el mensaje de que si había sido poco concreto en su comparecencia ante la comisión de investigación parlamentaria era porque no daba relevancia ni credibilidad a una comisión politizada, pero ante la juez iba a explicar su papel como interventor, cómo había enviado varios informes por escrito en los que alertaba sobre la irregularidad de las partidas habilitadas para ayudas laborales -los controvertidos ERE que han provocado el escándalo- y que no estaba dispuesto a finalizar su carrera con esa mancha profesional que nunca había admitido. Y recordaba, según esas informaciones, que podía facilitar los informes que había enviado a sus superiores de la Consejería de Economía y Hacienda en los tiempos en que la ocupaba Griñán con Carmen Martínez Aguayo como viceconsejera, y hoy consejera con Griñán en la Presidencia.
Si la entrevista no se celebró, desde luego la declaración de Manuel Gómez ante la juez iba en la línea de lo que supuestamente se trató en ese encuentro no confirmado: el interventor explicó a la juez Alaya que los acontecimientos se habían producido exactamente así, que informó al menos en quince ocasiones y por escrito que no se podía admitir esa partida presupuestaria y que le parecía "impensable" que el entonces consejero Griñán no tuviera noticia de esos informes sobre los que él había despachado con su viceconsejera.
La juez prosigue su trabajo de investigación. Sólo acepta hechos, como es su deber, no entra en rumores ni especulaciones. Uno de esos rumores, malintencionado, apunta que Griñán podría acabar la legislatura como senador autonómico. Por la cosa del aforamiento.
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