¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
Ya conocen lo que dijo Vargas Llosa en la convención del PP: "Lo importante de unas elecciones no es que haya libertad, sino votar bien". Y el pollo que lógicamente se ha montado. Es estúpido afirmar que sin libertad se puede "votar bien" y es terrible que defienda el sufragio censitario que restringía el voto por razones económicas (sólo votan los propietarios y quienes alcanzaban un cierto nivel de renta), de instrucción (sólo votan los alfabetizados) o sociales (sólo votan unos grupos denegándose tal derecho a otros por cuestión de sexo -mujeres- o raza -negros-). Incluso la conquista femenina del voto estuvo en nuestro país empañada por una curiosa forma de mantenimiento progresista de la restricción del voto a las mujeres, como ayer recordaba el compañero Jordá: Victoria Kent y Margarita Nelken se opusieron al voto femenino porque iba a ir, como sucedió, mayoritariamente a la derecha. Lo que no deja de ser una vargasllosesca forma de restringir el voto para "votar bien".
Un lógico clamor ha contradicho al Nobel incluso desde las filas populares (caso del secretario general del PP gallego) afirmando que en democracia siempre se vota bien. Lo que no es históricamente cierto. No se debe responder a un error con otro. Yerra gravísimamente Vargas Llosa al afirmar que lo importante no es la libertad, sino votar bien. Sin libertad no se puede votar ni bien ni mal porque se trata de una farsa, como los refrendos franquistas de 1947 y 1966. Pero en democracia se puede votar mal dando el poder a quienes pretenden acabar con ella. Baste citar los casos de las elecciones italianas de 1921, la votación de la Cámara de 1922 y los comicios trucados de 1924 que fueron dando poderes absolutos a Mussolini; las elecciones alemanas de 1932 y 1933 que permitieron el ascenso de Hitler; o las elecciones que llevaron al poder a los comunistas en Polonia, Hungría o Checoeslovaquia en 1947 para inmediatamente imponer las dictaduras.
Afortunadamente se ha aprendido de aquello y en las democracias plenas se prohíben los partidos que, como los fascistas, nazis y comunistas de entre los años 20 y 40, concurren para acabar con la democracia. Otra cosa son los países que, como el de Vargas Llosa y otros latinoamericanos, padecen democracias débiles o inestables. Pero ni tan siquiera esto permite la barbaridad de considerar que se puede "votar bien" sin libertad.
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