La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La libreta azul del PSOE en Andalucía
Ni sandalias cuyas correas no somos dignos de desatarle tiene. Como David subía la cuesta de los Olivos, llorando y descalzo, así sube el Señor del Gran Poder la cuesta del monte Calvario cargando con su patíbulo. Desde un punto de vista humano todo acaba mal para todos en esta historia. Su primo y precursor, Juan, decapitado; él, crucificado; todos sus apóstoles crucificados, decapitados, desollados o lapidados; y uno, el que peor acabó, suicidado. De los doce solo Juan murió de muerte natural. Malos finales. Y desconcertantes porque entre la deserción de los apóstoles dejando todos, menos Juan, solo al Nazareno en los más amargos momentos de su vida, y sus martirios por fidelidad al que abandonaron cuando más sufría, sucedió algo que va más allá de lo humano porque corresponde a la fe: la resurrección. Todo depende, también en nuestras vidas, aceptarla o no.
Sin Dios, nada acaba bien. “Tener o no un final feliz depende de dónde decidas detener la historia” dijo Orson Welles, con razón desde el punto de vista humano. Lo prodigioso de la historia de Jesús Nazareno es que no se detiene y sin embargo acaba bien. Aunque los más suyos, los escogidos por él, acabaran crucificados, decapitados, lapidados o desollados. Si hay algo cierto, no solo para la fe, también para la razón, es que resucitó. De otra forma no se comprendería por qué quienes lo negaron y abandonaron dieron, después de ver y sentir esta experiencia, sus vidas por él.
Nuestras grandes imágenes sagradas muestran en la misma figura al derrotado y al victorioso, al afligido y al consolador, al muerto y al resucitado. Más que como la representación histórica de los momentos de la pasión, los sevillanos las ven como los apóstoles vieron a Jesús en el cenáculo: resucitado, pero con las marcas de su pasión y muerte visibles en su cuerpo.
El Gran Poder, de entre todos sus iguales el primero, es quien es porque representa y resuelve estas contradicciones con su mero estar ante nosotros. Nos conforta el que tuvo el alma triste hasta la muerte. Nos sostiene el que está a punto de derrumbarse. Esperamos en el que desesperó gritando a Dios su abandono. Nos consuela el que no conoció consuelo. Evangelio visual y teología esculpida para que todos, y los últimos los primeros, comprendan, contemplándolo, los más difíciles misterios de la vida y de la fe es el Señor del Gran Poder. Hoy es Epifanía.
También te puede interesar