¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Capitanía y los “contenedores culturales”
Casi han coincidido en las librerías Todo sobre mí (Libros del Kultrum) y El humor judío. Una historia seria (Acantilado) del que ayer iba a hablarles antes de irme por los cerros de Broadway y Hollywood. El primero es la autobiografía del guionista y director Mel Brooks, nacido Melvin James Kaminski en Brooklyn, hijo de inmigrantes de origen alemán y ucraniano, que a sus 97 años va a recibir un Oscar honorífico. El segundo es un documentado y riguroso estudio de la historia del humor judío desde la Biblia hasta Jerry Seinfeld y Larry David pasando por los hermanos Marx, Jerry Lewis, Mel Brooks o Woody Allen, por supuesto, pero también por los escritores Sholem Aleichem, S. Y. Agnon, Isaac Babel, Kafka, Philip Roth, Saul Bellow o Bashevis Singer, buscando los puntos de convergencia del humor irónico y autoirónico, paródico y autoparódico, crítico y autocrítico, que los une como un mecanismo interno de autoanálisis y un mecanismo externo de defensa del único grupo humano de la historia que ha logrado mantener a lo largo de dos mil años una cultura sin territorio.
“Una desesperanzada manera irónica de reflexionar sobre las penosas circunstancias”, escribe Dauber refiriéndose, entre otras, a las obras de Agnon (están descatalogadas las pocas traducidas al español, amigos editores). Cuenta Brooks sobre la muerte de su padre cuando él tenía dos años, empobreciendo aún más a su familia en la crisis del 29: “Me llenó de enojo hacia Dios, hacia el mundo, hacia todo. Estoy seguro de que mucho de mi humor está basado en ese enojo. Escogí el humor como un puñetazo en la cara”. Hay confluencias.
El libro de Brooks es un testimonio que coincide con la mayoría de los recogidos por Dauber demostrando que, con las diferencias que separan e incluso enfrentan a unos autores o comediantes con otros, “la persecución, el exilio, la asimilación cultural, la religiosidad, la diáspora y la identidad, imprescindibles para explicar la experiencia judía, son los pilares sobre los que se construye su tradición cómica”. Que, como demuestra en su libro, es un poderoso factor de identidad: “En un estudio del Pew Research Center realizado en 2013 sobre los judeoamericanos, a la pregunta qué significa hoy ser judío en Estados Unidos un 42% respondiótener sentido del humor, un 23% observar la ley judía y un 14 % formar parte de una comunidad judía”. Gana el humor.
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