
La aldaba
Carlos Navarro Antolín
No nos engañen, hablemos de la guerra
LA semana próxima se cumplen cinco meses de la tragedia de la dana en Valencia. Ninguna de las administraciones estuvo a la altura para evitarla. Ni el Gobierno central ni el autonómico. Y ni siquiera el luctuoso balance de 224 fallecidos y tres personas aún desaparecidas ha provocado que la clase política española rectifique y esté a la altura.
El Gobierno español sigue en lo mismo que el 30 de octubre, cuando ya era una evidencia que habría decenas de muertos: rentabilizar políticamente los evidentes errores de la Administración autonómica. Por deleznable que sea esta postura, esta ausencia total de escrúpulos, nada exime al Gobierno de la Generalitat de su propia responsabilidad: actuó rematadamente mal y muy tarde, tanto para prevenir como para reaccionar a la catástrofe.
Lo ocurrido en cinco meses reafirma que es necesario que el presidente de la comunidad autónoma asuma sus responsabilidades políticas. No se trata ya sólo de su nula transparencia sobre lo que realmente hizo ese fatídico 29 de octubre de 2024, que también, sino que está superado y nada le rehabilitará, ni la más primorosa gestión de la recuperación, que tampoco es el caso.
Carlos Mazón no puede ser el presidente de la reconstrucción e insistir en esa idea no es sólo un error suyo y de su gobierno, sino también de la dirección de su partido.
Aferrarse al cargo –y al aforamiento que seguramente ha impedido por ahora que sea investigado junto a su ex consejera de Emergencias– no es de recibo y tendrá graves consecuencias para el liderazgo de Alberto Núñez Feijóo, y no sólo en Valencia.
La última pirueta de pactar de nuevo con Vox el presupuesto, por más que la medida asegure fondos para la reconstrucción, supone una reiteración en el mismo error que provocó la carambola que impidió al PP gobernar en España a partir de julio de 2023.
El PP nacional hace mucho tiempo que debió pedir a Mazón que dimitiese y que dejase paso a un liderazgo nuevo que realmente permita que haya una presidencia para la reconstrucción. El tiempo de hacerlo se agota. Y empecinarse en el error pasará factura.
La extrema debilidad que tiene el Gobierno de Pedro Sánchez, que ayer volvió a tener una jornada parlamentaria aciaga, con severas derrotas y una vergonzante e irregular tramitación legislativa –tan burda que ya no cuenta ni con el aval del letrado mayor del Congreso–, no es excusa para seguir procrastinando. Es hora de demostrar a Valencia y a toda España que se tienen principios y que se asumen responsabilidades. Demorarlo más tendrá también consecuencias para el PP como alternativa al desgobierno actual.
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