La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
En la muerte de Alfredo Pérez Rubalcaba se le ha recordado como un político que muchas veces antepuso el interés de España al del PSOE y al suyo propio. Por ello, se le ha calificado como un hombre de Estado. Queda la impresión, al ser enaltecido como tal, de que es un político histórico, pero de otro tiempo. Una etapa ajena a la nueva política contemporánea, donde los hombres y las mujeres de Estado serían vistos como bichos raros, como unicornios rosas, o como carcas desfasados. Ahora el orden es a la inversa: predomina el interés personal y partidista; y se presta más atención a la apariencia que a la búsqueda machadiana de la verdad.
¿A quiénes podemos considerar hombres de Estado en la España de las últimas décadas? Sin duda, a los principales protagonistas de la Transición, empezando por el Rey Juan Carlos, que fue la piedra angular, aunque hayan intentando ensuciar su imagen. Y, por supuesto, a los cuatro políticos que armaron la democracia: Adolfo Suárez, desde dentro del sistema, aglutinando a la UCD; Felipe González que le dio credibilidad exterior a la democracia con la integración de la izquierda socialista; Santiago Carrillo, que civilizó al PCE y aceptó para el comunismo la bandera que sería constitucional; y Manuel Fraga, que lideró a la derecha no para echarse al monte, sino defendiendo unas ideas conservadoras que comparadas con las de Vox serían progresistas.
En los cuatro partidos que parieron la democracia española (UCD, PSOE, PCE y AP) hubo otros hombres y mujeres de Estado. Padres de la Constitución, ministros, cargos institucionales… También fue un hombre de Estado Josep Tarradellas en Cataluña; y lo parecía Jordi Pujol, hasta que se descubrió que tenía la taquilla abierta. En el País Vasco, Xabier Arzalluz, salió rana; y sólo lo pareció José Antonio Ardanza, a ratos; y más recientemente Íñigo Urkullu, al que se llegó por la evolución de la especie del PNV después de Ibarretxe.
¿Cómo se comportaría un hombre de Estado en la España de hoy? Aunque sea por respeto a Alfredo Pérez Rubalcaba, un requisito básico sería guardar a Frankenstein en el cajón. Tampoco hace falta que Albert Rivera le ofrezca su mano a Pedro Sánchez, en vez de a Malú. Pero si PSOE, PP y Cs quieren estar a la altura de su tiempo, deben permitir que gobierne el más votado y pactar los consensos básicos entre las mayorías. Sin olvidar que convertir en hombres de Estado a quienes se lo quieren cargar, es una tarea muy dura, casi imposible.
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