Luis / Sánchez- / Moliní

Un hombre, dos botos de Valverde

08 de mayo 2015 - 01:00

FUE Alfredo Valenzuela, maestro de la interviú en corto, el que le preguntó a Pepe Cala, uno de los últimos representantes de la golfemia sevillana, si era un auténtico demócrata. Su respuesta fue contundente: "Por supuesto, un hombre dos botos de Valverde". Viene al caso la anécdota porque es precisamente eso, dos votos (esta vez con v), lo que más de un honrado elector necesitaría en estos comicios muncipales en los que el bipartidismo neocanovista del 78 asiste entre impotente y fascinado al nacimiento de nuevas y extrañas flores políticas.

¿Votar con el corazón o con la cabeza? He aquí el dilema que muchos se plantearán cuando llegue la víspera de Pentecostés, el domingo fatal en el que tendrán que descifrar el enigma de sus almas políticas. Decía Borges, en cita más que manoseada, que la democracia es el triunfo de la Estadística, obviando con malicia de porteño reaccionario la dimensión metafísica que plantea cualquier comicio electoral. Un voto, más que el acto trivial y mecánico que algunos pintan, es un viaje al centro de uno mismo.

Desde que Voltaire escribió aquello de que toda certeza es absurda, la duda llegó a Europa para quedarse definitivamente y Sevilla, pese a sus peculiaridades, no iba a ser menos. Se acabaron esos relajados domingos electorales en los que el ciudadano cumplía con su conciencia votando al candidato del PP o el PSOE (o a los de IU o el PA , en el caso de los más díscolos). El próximo 24 de mayo, la cabina electoral tendrá mucho de confesionario y, una vez corrida la cortinilla, cada uno se verá machadianamente sólo y desnudo ante su propia decisión. ¿Corazón o cabeza? ¿Malo conocido o ciento volando?

Dos votos, como los dos amores de Machín, como los dos botos de Valverde que Pepe Cala reclamaba en su particular declaración de los Derechos Humanos, es lo que en ese mismo instante muchos desearán. Pero la vida, ya lo sabemos, es cruel, y el presidente de la mesa, probablemente molesto por el madrugón y el calor de finales de mayo y presionado por la fría ley electoral, sólo nos permitirá penetrar la urna una sóla vez. La democracia no da más oportunidades.

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