¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
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Calle Rioja
Ya he comprado el periódico y voy a comprar el pan. Desde su balcón de la plaza de la Mata esquina con la calle Vulcano, Débora me cuenta una historia de la Casa de las Sirenas, el antiguo palacio en el que según cuenta Chaves Nogales Juan Belmonte se cayó jugando a los cowboys. Me acerco al Taller de la Copia. Rifirrafe entre dos conductores de furgonetas por una colisión de retrovisores, esos artilugios desde los que se ve todo menos la zona de incertidumbre, según el Código de Circulación. En la copistería está el empleado de El Corte Inglés que me probó en Ramón Sanjurjo mi traje de padrino en la boda de mi hija. Nos vemos raros los dos en bermudas y chancletas. Regreso por la calle Guadiana. Carlos Yáñez, que fue alcalde de Coria del Río, hermano de Luis Yáñez, sale de desayunar en el bar Quilombo. A su lado pasan dos hermanas de la Cruz con el paso ligero que siempre llevan estas monjas. Van por la calle Peris Mencheta, honores al periodista que dirigió El Noticiero Sevillano, el gran competidor de El Liberal que dirigía José Laguillo. Por la casa hermandad de los Javieres, donde hay una hornacina con una imagen del santo que evangelizó el Japón, las hermanas se cruzan con mi vecina Carmina, que parece un personaje de Dickens cuando empieza a repartir migajas de pan para las palomas. Las monjas, cooperantes activas, misioneras de la ciudad, se meten por una calle interior, Pasaje González de Quijano 1879, que comunica Peris Mencheta con Relator, justamente con la casa donde vivía Paco García Chaparro, el artista de Villaverde del Río que llenó de elementos cerámicos todo el contorno. Esa calle se cierra por las noches para protegerla de lo que padecen tantas otras calles: convertirse en mingitorio público en perjuicio del vecindario. Las hermanas llaman a uno de los porteros del número 11. Ellas hacen suya la sentencia de Santa Teresa de Calcuta: "Hoy día está de moda hablar de los pobres. Por desgracia, no lo está hablarles a ellos". Es verdad. Hoy no eres nadie si no hablas de los vulnerables, que es una forma refinada y eufemística de referirse a los pobres. Da igual que seas ministro o político de la oposición, ecologista o banquero, tertuliano o catedrático, antisistema o magnate, pero si no terminas hablando de los vulnerables en la cátedra o en el Consejo de Ministros, en el pregón o en la entrevista con Ana Pastor ya te puedes considerar fuera de onda. Las hermanas de la Cruz prefieren el contacto directo con los pobres, y hacerlo de forma anónima, sin luz ni taquígrafos, conscientes de que nadie es más rico que el que regala su tiempo, su sonrisa y un mínimo sustento al que lo necesita. Se han cumplido hace poco los 25 años de la muerte de Teresa de Calcuta, premio Nobel de la Paz en 1979, justo un siglo después de la fecha que aparece en el Pasaje González de Quijano 1879. La monja albanesa murió justo una semana después del trágico final de su buena amiga Diana de Gales, que ya estaba separada del príncipe Carlos pero que en un futuro será recordada como la madre y abuela de los próximos reyes de Inglaterra.
Está de moda hablar de los pobres. Y de los ricos, claro. Qué agudo Feijóo, el sacerdote gallego: "El oro es el ídolo de los ricos y los ricos son los ídolos de los pobres". Las hermanas de la Cruz sólo se deben al más vulnerable de los vulnerables, porque siendo hijo de Dios tomó aspecto humano y se convirtió en el más insignificante de los esclavos para tener muerte de cruz. Sin pavonearse por ello. Como dice el libro de los Proverbios: "Practicar el derecho y la justicia el Señor lo prefiere a los sacrificios". Las hermanas de la Cruz no necesitan del googlemaps para entrar en las calles más recónditas, se conocen como nadie los recorridos de las líneas de Tussam, porque uno no se las imagina cogiendo un Cabify o un Uber. No era la impronta de Ángela Guerrero, la fundadora, ni de su sucesora, Madre María de la Purísima, nacida en el mismo bloque de Madrid donde murió el poeta sevillano Gustavo Adolfo Bécquer, que vería en esta presencia de las hermanas de la Cruz por las calles de Sevilla una leyenda como las del Rayo de Luna o Maese Pérez el Organista. ¿Qué le pasó en 1879 a González de Quijano?
Vive en esta calle un chamarilero, oficio que retrataba Cela en su Viaje a la Alcarria. Algo gordo tuvo que pasar en Sevilla en 1879. Nueve años antes había muerto Bécquer y los hermanos Machado eran unos niños de cuatro y cinco años. De González de Quijano, titular del pasaje, se sabe que era natural de Guetaria, la población guipuzcoana donde nació Juan Sebastián Elcano, el marino que completó en 1522 la primera Vuelta al mundo, y también se sabe que murió siendo gobernador civil de Alicante combatiendo un brote de cólera morbo, un final parecido al del alcalde de Sevilla García de Vinuesa.
¿Qué pasó en 1879? Empieza con la muerte de Espartero y termina con el segundo atentado contra Alfonso XII. Por medio, un arqueólogo descubre las cuevas de Altamira, Pablo Iglesias funda el PSOE y el mismo rey, viudo un año antes de María de las Mercedes, se casa con María Cristina, la que nos quiere gobernar.
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