Notas al margen
David Fernández
Los andaluces dan un toque de atención al sistema
Extendidos de forma paralela a la Costa Este y prolongados más allá de la frontera con Canadá, los Montes Apalaches constituyen una de las principales cadenas montañosas, no ya de Estados Unidos, sino del Nuevo Mundo en su conjunto.
Desde el siglo XVIII, fueron colonizadas sus zonas aledañas por oleadas de emigrantes escoceses e irlandeses que fundaron comunidades dedicadas a las actividades agropecuarias y la minería del carbón. Con el tiempo, a los rudos habitantes de esas tierras agrestes, se les motejó con el apodo de hillbillies, y situó en uno de los más bajos escalones de la población blanca, dentro del estratificado conglomerado multirracial que caracteriza a la potencia surgida de la aspiración emancipadora de George Washington y sus coetáneos.
Entre 1910 y 1960, estos montañeses fueron protagonistas de un masivo éxodo rural hacia las regiones industriales del Nordeste y Medio Oeste, conocidas en aquella época por el sobrenombre de Cinturón del Óxido. Mantuvo esta estirpe proletaria la fidelidad a los lazos identitarios con sus lugares de procedencia, a los que volvía periódicamente, surcando las autopistas, en las semanas de vacaciones.
La decadencia de las manufacturas autóctonas por efecto de la competencia asiática, transformó radicalmente, a partir de finales del siglo pasado, el panorama socioeconómico de lo que en su día fue un modelo de prosperidad. Entre las más afectadas, las familias de cultura hillbilly, que se vieron expuestas, al igual que las clases modestas afroamericanas, a los azotes del desempleo, la dependencia de las ayudas sociales y al fácil refugio en la adicción al alcohol y las drogas.
Gracias a la lectura de un ejemplar de la descatalogada última edición española de la emotiva Hillbilly Elegy, publicada originalmente en inglés en 2016, he podido profundizar este verano en la realidad de este colectivo humano. El autor del ameno relato, J.D. Vance, orgulloso vástago de uno de esos linajes, es nada más y menos el candidato republicano a la vicepresidencia del país en las elecciones del próximo otoño.
Sea cual sea el resultado definitivo de la carrera presidencial, todo apunta a que el recorrido futuro de Donald Trump se antoja corto, al imponerse las razones de edad sobre su indiscutible tenacidad personal o su capacidad para la fascinación de masas.
En ese contexto, grandes son las perspectivas que pueden abrirse a Vance de cara a su conversión en el máximo defensor de los valores más conservadores del sueño americano.
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