La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Es la educación, no el turismo de calidad
En España andamos sobrados de hermanísimos, cuñadísimos, yernísimos y otros ísimos bajo el que se cobijan o se han cobijado familiares de poderosos que cayeron en la tentación del nepotismo.
Fueron muy famosos en tiempos de Franco, y Pedro Sánchez hace bien en no recordarlos en esa campaña con la que pretende transmitir que si no se apuesta por su ilustre persona, podría regresar la España dictatorial que gobernó durante cuarenta años. Hace bien porque en su mandato presidencial han aparecido una esposísima y un hermanísimo beneficiados por el poder omnímodo del presidente de gobierno.
Davis Sánchez Pérez-Castejón es un hombre inquietante. Inquietante porque es difícil definirlo. Ha logrado un espléndido trabajo y un buen salario, pero los que están al tanto de cómo se produjo el fichaje coinciden en que su currículum era el menos brillante de los que optaban al puesto. Enchufismo puro y duro Si fuera el mejor, el más cualificado, el mejor músico mundial, no necesitaría que su hermano le echara una mano.
Conseguido el cargo, lo menos que debería haber hecho, o lo menos que le tendría haber aconsejado su importante hermano, es que cubriera el expediente. Pero ha hecho todo lo contrario. Nunca pidió que se le facilitara un despacho hasta que poco menos que le obligaron a tenerlo cuando los jueces le estaban investigando. Encima se fue a vivir a Portugal para pagar menos impuestos, pero no hizo nada para dejar de seguir cobrando un sueldo público. Tampoco se esforzó por cumplir un mínimo horario, ni por promover una iniciativa musical. Cuentan las crónicas que montó una ópera, pero solo se programó un día.
Lo peor es que, citado para declarar ante una juez, y aunque la cita se produjo semanas antes de la comparecencia, no dedicó ni un minuto a prepararla, faltando al respeto a todo el mundo, jueza, fiscal y a su propio abogado cuando declaró que no conocía en qué consistía su trabajo, ni sabía dónde estaba su despacho, ni cuántos días lo ocupaba. La impresión que transmitió el hermanísimo no fue de desprecio al tribunal, ni de chulería, sino que no daba para más. Lo que hacía aún más insólito que fuera el elegido para ocupar un relevante cargo cultural.
Este viernes ha trascendido algo que ha publicado El Mundo: disponía de un ayudante que procedía de Moncloa, donde había cumplido funciones de asesor. En uno de los mensajes se dirige a David Sánchez como “querido hermanito”, pero lo que más sorprende es que el ayudante le trata como si el hermano del presidente no supiera desenvolverse solo por el mundo. Dando así la razón a los que piensan, tras conocer su declaración judicial, que el conocido profesionalmente por David Azagra, o no está sobrado de luces o, por el contrario, es un estratega que conoce las ventajas infinitas de provocar desconcierto y estupefacción.
Lo sabremos. Antes o después, con el transcurso del tiempo, lo acabaremos sabiendo.
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