La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Huyan del negro en Sevilla, algo ocultan
Pocos historiadores conocen tan bien la obra de Murillo como Pablo Hereza, autor del monumental Corpus de la obra del pintor sevillano, cuyos dos primeros tomos ya han sido publicados, aunque los cuatro restantes están a la espera de que el Ayuntamiento firme el imprimatur. Hereza, ya se habrán enterado por la prensa, ha descubierto que el cuadro atribuido a Murillo Cristo atado a la columna con San Pedro es, en realidad, obra de Sebastián Gómez El Mulato, uno de esos personajes perdidos en la bruma de la historia de los que apenas sabemos nada, pero que con el tiempo y las nuevas investigaciones que se vayan emprendiendo irán adquiriendo cada vez más nitidez.
Murillo, como todos los grandes maestros de la Alta Época, es mucho más que un personaje histórico: es una galaxia que incluye a colaboradores del taller (en sus mejores años, la pintura fue una labor de equipo), discípulos y seguidores cuya memoria se va perdiendo con el tiempo, lo que hace que gran parte de sus cuadros terminen siendo atribuidos en exclusiva al genio, en parte por desconocimiento y en parte por interés de los propietarios. Un caso paradigmático es el de Alonso Miguel de Tovar, muchos de cuyos cuadros murillescos, realizados antes de abrazar el nuevo estilo francés, fueron adjudicados a Bartolomé Esteban.
Con la nueva atribución, podemos decir que Sevilla pierde un murillo, pero gana un autor que le da profundidad y matices a nuestra Historia del Arte. Tener historiografías que vayan más allá de los grandes personajes y reflejen el pretérito en toda su riqueza y variedad es un signo de sociedad avanzada.
El descubrimiento de Hereza sirve también para hablar de una verdad histórica que durante demasiado tiempo ha sido silenciada: Sevilla fue, con Lisboa y Valencia, uno de los mayores mercados de esclavos de la Península Ibérica en el Siglo de Oro. La Nueva Roma tuvo su lado oscuro en el polisémico sentido del término. Más allá de visiones “descolonizadoras” –con la vista más puesta en la política actual que en el correcto conocimiento del pasado– muchos historiadores están haciendo importantes esfuerzos en los últimos tiempos para recuperar esa memoria, que es la nuestra. Son los negros y mulatos que aparecen en los cuadros de Velázquez, en la literatura de Cervantes o Quevedo, en el nomenclátor con calles como Conde Negro, en hermandades como los Negritos o El Calvario, en algún gesto del flamenco..., pero de los que desconocemos casi todo. El descubrimiento de Hereza es un paso más en la recuperación de la verdadera historia de Sevilla y España.
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