Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
La aldaba
No llevamos un verano nada malo en cuanto al calor. ¿No se ha lo ha comentado su vecino mientras hace sonar el manojo de llaves en el ascensor? La de charletas que se han perdido por efecto de la pandemia. El personal ya no quiere ni compartir medio minuto en el ascensor, ni tocar los dineros, ni en misa dar la paz. Todos muy pulcros. El verano es liviano después de un 2023 con cuatro olas de calor. Se puede caminar por la calle con los oasis de las bocanadas de aire acondicionado que recuerdan a los grandes almacenes o a los cines a los que se acudía en los años 70 y 80 a pasar la tarde fresquita. El aire acondicionado es hoy, por fortuna, una infraestructura suficientemente extendida. Se agradece pasear y recibir la corriente de frío efímero de algunos establecimientos. Hay una clasificación sobre los fríos más fríos como la hay del urbanismo duro, moscovita y torturador de tantos lugares, plazas y calles (“espacios” según la terminología progre). Fíjense en lo agradable que resulta cruzar por delante de la Fundación Cajasol, la manzana cultural de Sevilla, según el bautizo oficial. Qué bueno el aire tan fresquito, rehabilitador y vivificante que sale de ese acceso principal con vistas a la Plaza del Salvador. ¡Qué maravilla! Solo comparable a cuando uno entra en El Corte Inglés para respirar un rato en tantas tardes tórridas que hemos sufrido y que el futuro nos tiene reservadas. ¿Y los comercios de la calle Velázquez que despiden el halo gélido de sus aparatos de refrigeración y ofrecen ese pequeño impulso al sufrido viandante? Son verdaderos oasis en unas calles que, este año sí, tienen los toldos puestos desde bien temprano. Un diez para el alcalde Oseluí en materia de velas alzadas en plazo en el centro. No se olviden del oasis natural de la Catedral, donde pueden respirar el frío gótico de balde mientras se sientan ante la vecina más antigua de la ciudad, la Virgen de los Reyes, con derecho a ventiladores en la Capilla Real. La Casa del Libro es otro oasis con buen aire acondicionado y habitualmente bien regulado, no requiere de rebeca ni genera estornudos tras un rato de consulta de lomos de libros. Nunca olviden la Basílica del Gran Poder, de los pocos templos refrigerados, verdadero refugio término cuando Sevilla torna en tropical con derecho a contemplar el rostro tierno, manso y bueno del Señor que permite ver por un instante a quienes un día lo miraron. Busquen el fresco o déjense sorprender por esa masa de aire gélido que recupera a cualquiera. Hay bofetadas de calor, pero también corrientes de fresquito la mar de saludables y necesarias. Hay que publicar la guía del fresquito de gorra de Sevilla, muy útil y necesaria.
También te puede interesar
Lo último