Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
El último libro de Antonio Soler rompe un velo de tinieblas. La novela El día del lobo narra uno de los episodios más brutales de la guerra civil española. Cómo aviones italianos o alemanes y destructores de la Marina golpista bombardearon a alrededor de cien mil civiles indefensos, en su huida de Málaga hacia Almería, tras la toma de la ciudad por los nacionales en febrero de 1937. Del asunto se han ocupado historiadores académicos como Paul Preston y Fernando Arcas o novelistas como Thomas Worsley, que participó en el rescate de refugiados desde Castell de Ferro (Granada), entre “una muchedumbre muerta de hambre y de extenuación; la mayoría con los pies envueltos en harapos, algunos descalzos y casi todos sangrando”. Worsley iba en la ambulancia del médico canadiense Norman Bethune, cuyo ayudante Hazen Sise tomó fotografías de la matanza.
A esas fotos se las sitúa entre las inspiraciones del Guernica. Fernando Arrabal, en un acto del Ateneo malagueño hace una década, atribuyó ese estímulo al propio Picasso. Y en la presentación de esta novela, el escritor Sergio del Molino dijo que el Guernica, tal cual, podría haberse llamado Málaga. Pero para la República, la rendición de la plaza, con la frase atribuida a Largo Caballero de “ni una bala más para Málaga”, resultaba también vergonzosa. El bombardeo de la ciudad vasca se produjo mes y medio después, y sus 1.654 víctimas son menos de la tercera parte de los muertos que pudo haber en esta carretera. La cifra de asesinados en la huida de Málaga no se sabrá con certeza hasta que no se abran las fosas comunes en los pueblos de los doscientos kilómetros de recorrido hasta Almería.
Queda mucho por saberse de esta odisea. En todo caso, las investigaciones de los expertos no han tenido la trascendencia que adquiere este libro, que ha despertado muchos silencios. Los historiadores cuentan lo que pasó, pero no cómo pasó; esta novela mete al lector en la carretera. Consigue que esté allí con los que huían, con la familia materna del autor, que reconstruye recuerdos obtenidos con dificultad de sus parientes, en especial su abuela Josefa. El libro cuenta la saga familiar, los orígenes de sus padres; relata cómo vivieron la guerra en Málaga y en Madrid, separados. (De camino, nos sorprende con un texto de su padre, aficionado al teatro, de una literatura excelente).
Pero también abre el obturador para mirar otras violencias y abusos ejercidos por lobos. La narración hace al lector mirar dentro de sí mismo. Las evocaciones pasan del álbum particular de los Soler Marcos a recuerdos ignorados durante casi un siglo. Y el éxodo con lo puesto, abandonando sus casas y sus vidas, de aquellos desamparados recuerda a la población civil de Gaza y Líbano ametrallada y bombardeada; a los refugiados de Ucrania, Siria... El cuadro de Picasso no se tituló así, pero El día del lobo es un Guernica de Málaga. Un símbolo.
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