El gran teatro del centro

24 de enero 2025 - 03:07

El sábado 11 de enero tuve la fortuna de asistir a una deliciosa sesión de música en la sala Joaquín Turina, de la mano del ICAS municipal. El Gran Teatro del Mundo presentaba: Emoción y dramatismo en la música religiosa del Siglo de Oro francés, un festín musical del Barroco galo de finales del XVIII con obras del maestro, Marc-Antonie Charpentier y una exquisita puesta en escena y unas magníficas interpretaciones.

Un lujo que no debería serlo, me explico. En una ciudad que es referente mundial, por historia y patrimonio, donde tenemos el Teatro Maestranza y un interesantísimo Festival de Música Antigua, conciertos como el del sábado deberían ser habituales en la ciudad. Tras la audición, (la Sala Turina para el que no lo sepa está al lado de la Encarnación) una vuelta por el centro. Mientras veía la muchedumbre de jóvenes y turistas llenando calles y bares me hice la reflexión que hoy quiero compartir con ustedes.

La media de edad de los asistentes al concierto era elevada, por decirlo de alguna manera. Entiendo que para un joven gastar en una entrada de un concierto de música clásica 20 euros (si fuese en el Maestranza multipliquen el ticket al menos por tres) quizás sea un esfuerzo económico que prefieren invertir en otra cosa. Pero esos mismos jóvenes llenan los bares de los alrededores. Todos los bares y restaurantes del centro estaban llenos, algunos, como una hamburguesería cercana a las Setas que se ha puesto de moda, con colas esperando en la puerta para entrar y para consumir unas hamburguesas que cuestan de media entre 10 y 13 euros.

Gustos aparte, la cruda realidad es que la oferta de ocio en el centro de Sevilla es monótona, bares y más bares. Desaparecieron los cines históricos, apenas hay teatro (pensar en ver un clásico de la escena en Sevilla es llorar de nostalgia) las galerías de arte suelen estar vacías… y pongan ustedes todo lo que quieran más. Aquí la única que hace caja es la fábrica del Gambrinus, los proveedores de vinos baratos, las distribuidoras de quinta gama y los hosteleros. Además, claro está, de los propietarios de apartamentos turísticos que, de paso, tienen hundida la posibilidad del acceso a un piso digno en condiciones económicas razonables para jóvenes y mayores.

¿Es una cuestión de educación? Probablemente. Las Artes, así en mayúsculas, las Humanidades, no digamos la música en particular, se reducen a pequeños reductos educacionales en los curriculums de enseñanzas primarias y secundarias, con unos planes de educación demasiado optativos desde muy temprana edad, demasiado focalizados en asignaturas útiles para la vida moderna, claro, pero dejando de lado la formación cultural, humanística y artística de los niños, porque esto, a pesar de los taifas autonómicos, es un problema nacional y afecta al nivel de cultura de todo un pueblo.

Naturalmente que a los sevillanos les gusta la música, sobre todo cuando es gratis y los músicos van vestidos de soldados de opereta en bandas superpobladas. Pero no nos equivoquemos, grupos de flamenquito en baretos de ligoteo pureta, sesiones de regetón en un descampado y mappings varios, no es la cultura musical y artística a la altura de una ciudad que pretende vender una imagen histórica de arte y cultura. De todo debe haber en la viña del Señor, pero no descuidemos las cepas que dan las uvas más sabrosas.

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