Monticello
Víctor J. Vázquez
El auxilio de los fantasmas
Sevilla/El otro día se presentó el cartel de la cabalgata en la sede de la Caja Rural, en esa Sevilla de las ocho de la tarde en la que siempre hay un 60%de púbico fijo y un 40% cambiante. Es como Robles, que siempre tiene un 60% de sevillanos y un 40% de clientes de fuera, o al revés. El 60-40 es una proporción que funciona la mar de bien en muchos sitios. Pues estábamos allí, en casa de José Luis García Palacios, con motivo de la presentación de una obra preciosa a cargo de Teresa Guzmán, a la que conocemos exclusivamente por sus obras, que es la mejor forma de conocer a un artista. Y el cartel, que no es el carté, fue una verdadera sorpresa por su frescura, originalidad y buen gusto. Un pedazo de cartel, que no un carté, repetimos. Se reconoce a lo lejos, que no es poco. Es alegre, que lo es todo. Es pintura digital, que no está nada mal, sino muy, pero que muy bien.
Queda claro que la cabalgata no tiene razón de ser si no es por su sentido religioso, como, por cierto, recordó García Palacios en varias ocasiones con todo acierto y oportunidad. Por eso, por ejemplo, es tan importante el acto de la entronización del Niño Jesús en su carroza que se celebra días antes del 5 de enero. Siempre ha protegido el Ateneo, antes con el doctor Pérez Calero y ahora con el señor Boja, el sentido religioso del Cortejo de la Ilusión. Y este cartel de la pintora Guzmán encaja a la perfección con la tradición y con la línea de trabajo de la institución. Aparece la diosa griega Palas Atenea que da paso al nacimiento de Cristo, “verdadero y único Dios”, como describe el doctor Borrallo en una minuciosa explicación de la obra. ¿Y por qué no es el carté? Porque ese es otro que se presenta más adelante y que todo el mundo despelleja en la quema de brujas de las redes sociales.
El propio director de la cabalgata, don Manuel Sainz (dichosa la rama que al tronco sale), se confundió dos veces y aludió al carté... que es el de Semana Santa. Ocurrió cuando estaba presentando el hermoso anuncio de la cabalgata que tan brillantemente dirige y que siempre, siempre, nos recuerda a su padre, don José Luis, que nos llamaba por teléfono a la caída de la tarde del cinco de enero para preguntarnos cómo habíamos visto todo. “Don José Luis, todo estupendo, no sé como Manolo es capaz de llevar adelante la cabalgata y su trabajo en el Consejo de Cofradías. Puede estar usted muy orgulloso”. Y el día 6, con el salón marcado por el bendito desorden de cajas y lazos, nos llamaba otra vez. Y otra vez se lo decíamos. El otro día recordamos con emoción al padre al oír al hijo entusiasmado. Y volvimos a ser niños ante el pedazo de cartel, dicho con todas sus letras, de Teresa Guzmán. El nervio de Manolo Sainz es patrimonio inmaterial de la Sevilla del gozo.
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