Gafas de cerca
Tacho Rufino
Un juego de suma fea
HIJO de torero, hermano de torero, macareno de la Resolana, Pepín Martín-Vázquez Bazán fue un torero de carrera corta, pero de una intensidad extraordinaria y que iba a alcanzar una popularidad enorme entre los aficionados por lo que hacía en los ruedos y en todo el país por su papel de protagonista en la versión de Currito de la Cruz que dirigió Luis Lucia. Gran cantidad de chavales quisieron ser toreros en un tiempo en el que ser torero era de las pocas huidas del hambre bebiendo de la fuente de Pepín en el blanco y negro de dicha película.
Pepín es coetáneo de Pepe Luis con cuatro años de retraso y su estilo se corresponde al del genio de San Bernardo, aunque mantiene una línea de regularidad mayor hasta que ocurre la gran tragedia de su vida, la cornada de Valdepeñas. Veinte días antes de que Islero mate a Manolete en Linares, un toro de Concha y Sierra le destroza la pierna a Pepín en susodicha localidad manchega y ello será un freno indudable en su carrera.
Pepín era hijo de un torero que alternó frecuentemente con José. Era el señor Curro Vázquez, nacido en Alcalá de Guadaira, un estoqueador muy seguro que, como luego su hijo Pepín, fue muy castigado por los toros. Curro falleció en pleno apogeo de Pepín, en el año 1946, meses antes de la cornada a su hijo en Valdepeñas. Y además de Pepín, otros dos hijos fueron matadores de toros, uno, Manolo, con mucho ambiente y otro, Rafael, con una personalidad arrolladora y del que puede decirse que fue más torero en la calle que en la plaza.
En el mundillo en que nace y se cría, Pepín no puede ser otra cosa que torero. Nacido el 6 de agosto de 1927, su dominio del oficio lo consigue con precocidad, lo que le permite presentarse sin caballos con dieciséis años recién cumplidos. Es en el pueblo murciano de Cehegín, septiembre de 1943, y a partir de ahí su carrera se hace imparable. Sevilla ve en él a otro Pepe Luis, está de novillero sólo un año, asombra en su debut en Las Ventas con una corrida de Garci Grande el 1 de abril de 1944 y se entretiene en cortarle el rabo a un novillo de Julia Cossío, la esposa de Belmonte, el 4 de junio en la Maestranza.
Decididamente, Sevilla ya tiene una alternativa a Pepe Luis, y el hijo del señor Curro Vázquez se doctora en Barcelona. Goza de un ambiente extraordinario en aquella España negra que pasa una posguerra durísima. Pepín, con Pepe Luis, con Manolete y con Arruza palian como pueden aquel tiempo de cartillas de racionamiento, coches con gasógeno, pan negro y los toros como única espita para el divertimento y el escape de la tristeza.
La alternativa de Pepín en Barcelona es el 3 de septiembre de ese 1944 en que ya la Gran Guerra está decantándose de lado de las democracias. Las tropas aliadas habían desembarcado tres meses antes en Normandía y aquello enfilaba la última recta. El cartel para un acontecimiento que colmaría la plaza barcelonesa era de lujo, de muchísimo tronío.
Fue una corrida con ocho toros de Alipio para el padrino, Domingo Ortega, dos testigos como Pepe Luis y Arruza, y Pepín, que recibiría el grado de doctor en tauromaquia con el toro Partidario. Ese invierno, por el Britz, por La Española o por Los Corales, los taurinos se frotan las manos ante una competencia que puede hacer que crujan las columnas del toreo según Sevilla, la que va a enfrentarle a Pepe Luis en la Feria próxima, la de 1945.
Pepín debuta en la Feria el 19 de abril con Manolete y Arruza, los tres cortan oreja y nuestro hombre hasta le planta cara en banderillas al ciclón azteca. Pero Sevilla no quiere a Pepín sólo como testigo del gran duelo entre Manolete y Arruza, sino en competencia con su ojito derecho, Pepe Luis Vázquez. Y el gran día llega el 22 de abril en corrida de ocho toros con Pepe Bienvenida y Fermín Rivera de compañeros de cartel. Pepín se entretiene en cortarle las orejas a uno de su lote y Sevilla se divide en dos bandos para la ilusión y el bálsamo en un tiempo negro.
Pepín se erige en figura del toreo, torea mucho con Manolete y Arruza, pero se le cruza un toro de Concha y Sierra en Valdepeñas y las cosas se tuercen. Cuando reaparece recibe un tabaco gordo en Las Ventas, otra cornada en Peñaranda de Bracamonte, en la plaza limeña de Acho es nuevamente cogido, el ánimo va menguando, las facultades también y se despide del toreo el 22 de febrero de 1953 alternando con Jumillano y César Girón en Caracas.
La última vez que un torero tan sevillano como Pepín Martín Vázquez hizo el paseo en la del amarillo albero fue el 2 de mayo de 1949 en una corrida a beneficio de los huérfanos del Ejército de Tierra. Fue la única vez que una mujer figuró en los carteles de la Feria de Sevilla, ya que abría plaza la rejoneadora Conchita Cintrón para un cartel sevillano a más no poder, el compuesto por Pepe Luis, Pepín y un Manolo González que llegaba dispuesto a hacerse con el trono de Sevilla.
Pepín vive felizmente en su casa de Sanlúcar la Mayor y sigue siendo un referente para todos los chavales de Sevilla que quieren ser toreros. Aquella versión de Currito de la Cruz es el espejo donde todos los que quieren hacer el toreo según los modos y las formas de Sevilla se miraron, se miran y seguirán mirándose.
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