¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
LO he llamado varias veces para entrevistarlo, pero suelo topar con el muro de su amabilidad. Eso sí, siempre me señala a alguien que “es más interesante que yo”. Alberto Marina es una rara avis en una ciudad y un mundillo, el cultureta, de egos desmesurados. Pese a que ha sido sin duda uno de los animadores culturales más importantes de Sevilla, siempre se quita importancia y su única aspiración es la de habitar entre bambalinas, allí donde se trabaja duro y no se reciben aplausos. Como ha escrito Carlos Colón, en la ética marinista hay mucho del viejo espíritu gremial, de la dignità del fare, la dignidad del hacer, como lo llamó Fellini. Aunque nunca he trabajado con él, algo de sus enseñanzas me han llegado indirectamente a través de discípulos como Ignacio F. Garmendia. Sobre todo, una ética de taller en la que la autoexigencia individual y colectiva debe ser máxima, en la que el equipo es más importante que el ridículo palmito de las estrellas. Eso sirve tanto para una editorial como para una sala de exposiciones o un periódico, lugares donde no es difícil encontrar yoes enormes, desmesurados, como el sexo de los argentinos.
Acaba de llegar a mis manos Alberto Marina: conmigo solo contiendo, un hermoso librito diseñado, escrito e ilustrado por un puñado de sus buenos amigos, compañeros y discípulos. Se podría decir que la obra es en sí una especie de manifiesto marinista: por el buen hacer y el talento, por el respeto y el amor a la cultura que se desprenden de sus páginas, por el fino sentido del humor que la atraviesa y que le quita ese aire de mausoleo que suelen tener los homenajes a una trayectoria. La nómina de autores no es moco de pavo. A los pinceles: Curro González, Ignacio Tovar, Manolo Cuervo, Antonio Sosa, Patricio Cabrera, Manuel Ortiz, Javier Buzón y Ricardo Cadenas. A los teclados: Carlos Colón, Josele Amores, Alberto Marina Castillo (la descendencia biológica y espiritual), Charo Ramos, Ignacio F. Garmendia, Juan Antonio Rodríguez Tous, Pablo J. Vayón y José Daniel M. Serrallé. Todos agrupados por el hermoso diseño de Manolo Ortiz y la labor editorial de Curro González y Pepe Serrallé (again), quienes resucitan momentáneamente el sello Metropolisiana para tan noble fin.
Largo sería glosar la trayectoria de Alberto Marina, desde su lucha por la democracia hasta su inmensa labor en la Diputación de Sevilla y la Fundación Luis Cernuda o en el suplemento Culturas de Diario de Sevilla. Estas líneas, simplemente, pretenden ser un telegrama de agradecimiento por tanto y tan bueno.
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