Editorial
Rey, hombre de Estado y sentido común
Puntadas con hilo
Se puede estar de moda y recibir cerca de tres millones de visitantes al año. Ser una ciudad con mucho para ver y comer. Una ciudad con historia, solemne y al mismo tiempo divertida, que de dualidades entiende un rato Sevilla. Y, a pesar de todo esto, no tener glamour. O haberlo perdido en el camino del éxito al que se dirige una capital donde hace ya años algunos nostálgicos lamentan la Feria de fritanga y camiseta, la Semana Santa de sillitas y comepipas y la permanente temporada media-alta que inunda el centro de chanclas, mochilas y borracheras.
Bien que Sevilla no sea una Montecarlo para ricos. O mejor dicho, bien está que no sea sólo eso. Porque aspirar a ser ello también debe ser parte de la estrategia de cualquier ciudad que quiera consolidarse como destino internacional y vivir, por qué no, de esta industria.
La búsqueda del turista de lujo figura en la agenda del actual gobierno municipal. Turismo de hoteles de cinco estrellas (ojo a la burbuja) y de experiencias, ese lujo que no necesariamente se compra con dinero y que invitan a conocer desde otro punto de vista una ciudad de cine. En el término más literal.
Sevilla seduce al sector audiovisual. Lo avalan más de 130 rodajes al año. Un atractivo que consolidan las 15 ediciones del Festival de Cine de Sevilla y la treintena de galas de los Premios Asecan del Cine Andaluz que han servido de garantía para que en los dos últimos años la capital acoja citas importantes de alfombra roja y brillo: los Premios Forqué (2017), los Premios del Cine Europeo (2018) y en unas semanas, los Premios Goya, que después de tres décadas celebrará su gala fuera de Madrid. Sin contar con los Premios Onda (2017) y los Max (2018).
Quizás estos días le haya sorprendido –eran pruebas– ver monumentos como la Torre del Oro vestidos de rojo. Sevilla se prepara para esta importante cita de la mano de Antonio Muñoz, el concejal del equipo de Espadas con más glamour, porque ese papel que evita caer en la endogamia le ha tocado a él. Y esa iluminación sorprendente forma parte del street marketing que el Ayuntamiento de Sevilla llevará a cabo antes del 2 de febrero.
Y nada es por casualidad, dice Muñoz. Sevilla ha hecho una apuesta cultural, que también es una decisión política, por el cine, como trampolín para ese salto de calidad turística que claramente necesita. La idea es aprovechar los valores de esta industria (vanguardia, modernidad, arte, cool...) para reforzar los valores de la propia ciudad (innovación, tecnología, desarrollo, sostenibilidad, smart city...).
Pero no sólo se valora en intangibles. Algunos datos: el impacto de estos retos es medible. El evento cultural más mediático del año, los Goya, tendrá un impacto económico de más de 7 millones de euros y generará una publicidad por valor de 50 millones, impagable para las arcas públicas de una ciudad donde pernoctarán más de 2.500 personas atraídas por el evento que proyectará mundialmente a la ciudad. Y eso es una gran oportunidad para cambiar la perspectiva de Sevilla, más allá del turismo. Con todo el glamour perdido.
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