La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El rey brilla al defender lo obvio
Guardián de San Buenaventura y cliente del horno que tantos años existió enfrente del templo. Archiconocido, popular, un auténtico personaje de la Sevilla en blanco y negro que casi llega a los cien años a base de renovarse y adaptarse a los tiempos del color. Se apagó el vozarrón del padre Patero, el fraile de la comunidad de Carlos Cañal al que de vez en cuando enviaban a Guadalupe, Cádiz o Loreto tras alguna riña que nunca trascendía, que ya se sabe que las cuitas internas no son sólo cosa de hermandades o partidos. Confesor de niñas que hoy tienen más de ochenta años. Las espaldas del padre Patero han soportado los pecados de diferentes generaciones de sevillanos. Tal era la fuerza de su voz que cuando confesaba durante la misa, si había algún instante de silencio, se le oía gritarle a una señora: "¿Pero el piso quién se lo ha quedado: tú o él?". Otro día, un sevillano de apellidos muy conocidos, le dijo tras el Ave María Purísima de rigor: "Padre Patero, me confieso de lo de siempre". "¿Pero sigues con la querida?". "¡Nunca he tenido querida, padre!". "Ah, perdona, que eso es tu primo". Y el penitente no logró, por supuesto, sacarle de qué pariente se trataba. La gente acudía a chorros a confesarse con el padre Patero, quien, sabedor de las debilidades humanas, procuraba desviar la conversación a enfoques terrenales de otro orden, porque en realidad los pecados le interesaban poco: "¿Tú lo ganas bien? ¿Estás respaldaíto?". Cuando ya mayor le tocaba dar la comunión, pedía a algún feligrés que le ayudara a bajar los peldaños del presbiterio. El arquitecto Manzano acudió raudo cuando el padre Patero advirtió: "Rafael, tú no, que nos caemos los dos". Casó a decenas de novios. Cuando se encontraba muchos años después a alguno de aquellos novios, le preguntaba al varón: "¿Sigues casado? ¿Tu mujer te obedece?". Afable, cariñoso, entrañable. Tras la misa del Gallo se subía a la planta alta del convento con rapidez: "No me quedo al chocolate, a ver si cojo el final de la misa de Roma". Se metía en el ascensor y alzaba el bastón para pulsar el piso alto. En la fraternidad le avisaban según el código de campanas que tenía asignado: dos toques seguidos y uno tercero distanciado. Veo hoy al padre Patero en la barra del horno de San Buenaventura ante una tónica fresquita. Hay dos señoras con abrigos de piel a las que dice: "Parecéis grandes duquesas rusas". Alguien pide al camarero que se cobre dos cafés y la bebida del fraile. "Son 9,20". "¿Tanto?". "Es que lo del padre es tónica... con aliño". Descanse en paz el fraile bueno que perdonó los pecados de varias generaciones de sevillanos y brille para él la luz perpetua.
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