¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
Azul Klein
La profesora Carmen Sánchez, mujer progresista y directora del Colegio Nervión de Madrid, fallecida en 2016 a los 86 años, decidió convertir al Museo del Prado en el gran beneficiario de su testamento legándole una suma que rondaba los 800.000 euros (cifra que incluye también la venta de su piso de Toledo). Las quince obras compradas por el museo -que aportó además otros 20.000 euros- pueden verse ahora en una exposición realizada con mucho mimo que exalta el papel del mecenazgo privado en tiempos de crisis. Una de las peculiaridades de ese generoso regalo es que la única condición que ponía Carmen Sánchez era que se comprara y restaurara pintura. No imponía períodos, ni estilos, ni tampoco consta que exigiera que las obras se integraran en la colección permanente, pues ya sabemos la cuantía y valía de los almacenes del Prado. En suma, un legado que dejaba las manos libres a los encargados de administrarlo y no una manzana envenenada, como ocurre con tantas herencias. El museo que dirige Miguel Falomir ha estado varios años buscando en salas de subasta, galerías y coleccionistas particulares esos pequeños tesoros que pudieran cubrir ciertas lagunas del conjunto. De este modo dos obras maestras que probablemente no hubieran llegado a la principal pinacoteca española la enriquecen por los siglos venideros: la tabla Alegoría de la templanza pintada por Berruguete en Italia y un autorretrato de Pedro de Campaña, un artista muy significativo en nuestro contexto al que debemos el retablo de la iglesia de Santa Ana en Triana, minuciosamente restaurado por el IAPH.
Ya hemos hablado aquí del bajorrelieve de La Roldana incorporado a la colección del Bellas Artes de Sevilla que la Junta de Andalucía adquirió por 150.000 euros a un particular, gracias a lo cual se ha incrementado la exigua presencia de la mujer artista en el museo. La suma aportada por la benefactora al Prado, notablemente superior, ha permitido también que pasen al patrimonio de los españoles la Joven con cofia de María Blanchard, la mujer pintora más importante antes de Picasso a decir de Falomir, y un lienzo de temática religiosa de la granadina Mariana de la Cueva, artista del siglo XVII muy elogiada por Palomino. Normalmente las donaciones a los museos las asociamos a grandes fortunas y a personas con presencia en la vida pública pero podemos aprender mucho de este ejemplo humilde y anónimo -el Prado no supo del mismo hasta después de fallecer la maestra- que nos recuerda también que los museos son aulas abiertas, refugios del saber y del deleite, que nos conciernen a todos.
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