¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
El ensayo general de la Magna
Llega el momento en que una entiende que ha pasado demasiado tiempo en un suspiro. De pronto llega el día en que tengo la edad de mi madre, dicho sea así, en general. Hago cuentas: “Cuando mi padre tenía mi edad, estuvo a punto de morir; cuando mi madre tenía mi edad, yo vivía con mi primera pareja; con mi edad, mi abuela me tuvo de primera nieta…”. Para quienes tienen hijos, mayor es el vértigo: sus vástagos ya se han echado novio o novia. Una parte de nuestra alma es la vital criaturita de siempre, y la otra, una demonia que sabe más por vieja que por demonia. La combinación no está nada mal.
Noto el escalón con los jóvenes de hoy, y esa brecha es señal inequívoca del cambio de generación. La siento en que me cuesta conectar con parte de la música que escuchan, en que yo no digo ni cringe ni random, en que el pantallismo me pixela las neuronas y en que las mozuelas me parecen unas antiguas vistiendo. ¡Estamos en el 2024, un poco más de gusto y rupturismo, por el amor de dios! Se supone que la juventud del futuro debería llevar cortes de pelo asimétricos y trajes plateados, pero llevan pelo cortinilla, pantalones a lo Cachuli y las gafas de la tita Encarna.
Por lo demás, me suelo llevar grandes alegrías cuando conozco a criaturas nacidas en este siglo. Salvado el escaloncito, me encuentro con esas personas a las que algunos enmarcan, despectivamente, en la Generación de cristal porque muestran sus emociones, son conscientes de sus derechos, y en la búsqueda de un empleo se cuidarán de que no las exploten y valorarán tener tiempo para sí. Y aquí voy basadísima –dicho sea, lo de basada, en la actual neolengua–: me encantan cada uno de estos rasgos distintivos de la actual juventud. Hubiera querido para mí este mapa mental. Por lo general, con las chicas y chicos que, gracias a los oficios de mi oficio conozco, suelo conectar rápidamente. Se dice que son más inmaduros. Permítanme que lo dude, permítanme que dé un voto de confianza a sus hijos.
Lo que sí resulta a nuestros ojos más preocupante es que la individuación (se dice así) y su rebeldía tenga como válvula de escape las ideas y actitudes de ultraderecha que, como el porno más chusco, les entra en vena por canales no del todo conocidos por la gente mayor y manejados por lo peor de los hombres. Otrosí, se nos olvidó contarles más y mejor la historia universal de la infamia. Aun así, confío en las muchachas y muchachos: sabrán buscarle las pasaderas a este río tan negro y sucio.
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